He vuelto a coger un gran libro: “El Bosco y su tiempo” de Hugo Wast. Mi madre cuando yo era niña también leyó una biografía de San Juan Bosco. Parece que la estoy viendo en la camilla del cuarto de estar contarnos la impresión que le produjo el pacto que el Bosco hizo con un amigo suyo de que el que muriera antes de los dos volvería, a decirle al otro cual había sido su destino eterno. He encontrado también yo ese pasaje en mi libro. Me parece muy propio contarlo esta noche entre el día de Todos los Santos y el día de todos los fieles difuntos:
“Hacia el final de las vacaciones, Juan Bosco y Luis Comollo hicieron un pacto terrible.
Durante toda su vida recordará Juan con espanto aquel imprudente convenio.
Fue un día muy hermoso de ese otoño. Iban los dos por el camino del pueblo de Cinzano (…) La estación había sido mala por la sequía. Comollo paseo su mirada por los marchitos viñedos y dijo:
- Las culpas de los hombres son las que traen es?tas calamidades.
- ¡ Así es espero que el año que viene dios se apiadará de la miseria de sus hijos y estas voñas darán más vino
- Me alegro por ellos, pero yo, al año que viene beberé mejor vino que el que produce este valle
- Luis, me hablas de tu muerte próxima ¿es ese el vino que vas a beber?
- -¡Si¡
- Ni tu ni yo – repuso Juan- sabemos los secretos de Dios; pero es seguro que algún día nos separaremos. Tu te irás antes o me iré yo… ¿quieres que hagamos un pacto?
- Bueno –respondió seria y simplemente Luis, adivinando lo que su amigo iba a proponerle.
- Te propongo Luis que el primero de los dos que muera, volverá con el permiso de Dios, a avisar al otro cual ha sido su destino.
Se apretaron la mano, sellando su original convenio y se apartaron.
(…) “Yo no comprendía – escribe Don Bosco – la importancia de semejante promesa; y confieso que hubo mucha ligereza de nuestra parte, y no aconsejaría a nadie hacer igual..Las últimas palabras de Comello y su mirada me aseguraron que cumpliría el pacto”
Porque, efectivamente, en lla primavera próxima, el 2 de abril de 1839 murió el seminarista Luis Comollo, a la edad de 22 años.
Una lúgubre consternación invadió el Seminario. Todos le amaban y muchos conocían el pacto con Bosco.
Este años después escribió la vida de Comollo, y en ella refiere como se cumplió aquel tremendo trato.
“Era la noche del 3 al 4 de abril, que siguió al día de su sepultura. Estábamos ya acostados los alumnos del curso de Teología, en el dormitorio que da sobre el patio de Medio dia. Yo no dormía, pensaba en nuestro pacto y aguardaba lo que iba a ocurrir pero de una gran inquietud.
“Cuando al sonar las doce de la noche, se oye un rumor sordo, que avanza desde el fondo del corredor, haciéndose más y más recio. Es como un carro tirado por muchos caballos(…) No sabría explicar aquel fragor, que hacía enmudecer de
espanto, y que dejaba detrás de sí vibrantes las paredes, la bóveda y el pavimento (…) Los seminaristas se despiertan y permanecen mudos. Yo estaba petrificado de horror.. se abre violentamente la puerta del dormitorio; solo se ve un fulgor pálido, que parece regulado por aquel rumor. Luego un repentino silencio; la luz brilla más y oigo la voz de Comollo, que por tres veces me dice: “¡Bosco, Bosco, Bosco¡ ¡Me he salvado¡ Los compañeros saaltaron de la cama y huyeron desatinadamente, agrupándose unos en un rincón otros alrededor del prefecto, que era Don Juan Fioritto, de Rivoli.. Todos oyeron aquel ruido y muchos la voz sin entenderla.
“He sufrido mucho, y en ese instante fue tal mi pavor que hubiera preferido morir. No me acuerdo de haber tenido miedo nunca sino esa vez. Me resultó una grave enfermedad que me llevó al borde de la tumba, y me dejó tan mal de salud que solo años después logré restablecerme.
“Dios omnipotente y misericordioso no escucha esos pactos; pero alguna vez permite que se cumplan, como en este caso. No aconsejo nunca el imitarme. Al poner en contacto las cosas naturales con las sobrenaturales, la pobre Humanidad sufre profundamente, y no es necesario para nuestra salvación. Tenemos sobradas pruebas dee la existencia del alma y no necesitamos otras. Bástenos lo que nos ha revelado nuestro Señor Jesucristo”.
("Don Bosco y su tiempo". Ed. Palabra9
Lo que mi madre me contó a mi en dos palabras yo lo he contado por extenso al mundo.