19 julio, 2018

De "En labelleza ajena " de Adam Zagajewski


Ahora, por supuesto, se que debería haberme acercado a él, quebrar la barrera de extrañeza colocada de forma artificial entre generaciones, que debería haberle pedido una entrevista, porque eso le habría infundido valor e inspirado un poco de ánimo, al comprobar que, pese a todo, aquellos estudiantes jóvenes que corrían por las escaleras con insólita velocidad algo sabían, sin embargo, de él, de sus amigos, de la desesperación de Witkacy (…)
Escalaba diariamente por la escalera demasiado empinada llevando pesadas bolsas de la compra, con las patatas y la col, y tenía que permitir- y resignarse a ello-  que hubieran hecho de él casi un ejemplar de circo ambulante, el hombre mono, la mujer barbuda, alguien que, contra su voluntad, estaba expuesto a la hostil o burlona mirada de la generación joven, obligado a mostrarse ante la multitud indiferente en su indefensión, con su abrigo gastado, en la fealdad de su obesa vejez. Debería haberme acercado a él, tal vez habría dejado de temernos y quizá su soledad habría encontrado un poco de alivio. (…) Nunca me acerqué al viejo profesor, nunca entable conversación con él; lo hago ahora al cabo delos años, cuando yo mismo ya no soy joven: demasiado tarde.

En los Andes peruanos


“Oí contar a Don Ignacio – cuenta Samuel Valero en “Yauyos”-  que Mons. Escrivá (San Josemaría), antes de que vinieran a Yauyos los miembros del Opus Dei destinados para ello, le hacía esta recomendación:
“Hijo mío, no dejéis de afeitaros todos los días; porque, si por las circunstancias, os abandonáis y dejáis estos detalles, dejaréis otras muchas cosas que perjudicarían vuestro trabajo.”

La verdad es que por seguir ese consejo del Fundador del Opus Dei, hemos sido espectáculo divertido y asombroso para nuestras gentes, en las ocasiones en que no había más remedio que salir en busca de algún arroyo o acequia para enjabonarnos, afeitarnos y lavarnos, quitándonos la ropa de medio cuerpo para arriba, en plena puna. Dado que los nativos son barbilampiños, todo el proceso del afeitado les resultaba gracioso.”

La Santa sede encomendó la Prelatura Nullius de Yauyos al Opus Dei y su Fundador eligió a los que iban a trabajar en ella. “ Así las cosas, el 2 de octubre de 1957, en la festividad de los Ángeles Custodios, tuvo lugar la toma de posesión y el punto de partida de esta tarea, muy grata a Dios, que entonces se hizo vida nuestra y sigue siéndolo, desde el recuerdo, en nuestro vivir diario sacerdotal.”

El 2 de octubre de 1957, yo empezaba el curso de “Preuniversitario”, estudiaría “Químicas” y luego, andando el tiempo – como ya dije – mis dos hijos estudiaría en un Colegio “El Vedat” en el que Don Samuel Valero era uno de los sacerdotes a cargo de la dirección espiritual del mismo.


16 julio, 2018

Isidoro


Como le tengo mucho cariño a Isidoro Zorzano (venerable) porque me concede cuanto le pido, llevo años haciéndolo, desde que leí sobre él el libro  de José Miguel Pero –Sanz :  “Isidoro Zorzano, Ingeniero Industrial (Buenos Aires 1902- Madrid 1943) y mañana es el aniversario de su muerte, tras una dolorosa enfermedad, escribo estas líneas, por agradecer algo de lo mucho que le debo. De él dijo el Beato Álvaro del Portillo : “Lo que pensamos de él los que le conocimos a fondo, se dice en pocas palabras. ¡Era un santo¡”

Julio de 1937:
En  Madrid   se ha ido vertebrando una “Iglesia clandestina”.  Por información oral se va conociendo el paradero de los sacerdotes que no han sido asesinados y celebran la Santa Misa, sin ornamentos ni vasos sagrados. Isidoro ha descubierto uno de estos lugares y se lo comunica a los demás . Albareda recuerda: “me dijo que podía ir con él a misa un día en semana” en una pensión de la calle Ayala. Nos citábamos a las ocho en la esquina de Ayala y Torrijos. Me llamaba por teléfono y me decía: Te espero mañana en mi oficina. La calle Torrijos estaba llena de vendedores y puestos de mercado. Llegábamos y había que sortear la entrada de la pensión sin tocar el timbre, pues no había de enterarse algunos huéspedes”. Como la sirvienta no era de fiar, “la llegada era cuando había salido a la compra (…). Pero yendo con Isidoro, no había nada más que seguirle: se deslizaba con precisión segura”.