Antes de acabar noviembre
Antes de acabar noviembre, quiero decir algo sobre las postrimerías (muerte juicio infierno y gloria). Es decir lo que le según la fe cristiana le ocurre al hombre después de la muerte. Que la vida del hombre no acaba en la fría tumba, parece bastante meridiano. El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios está llamado a vivir como Dios, fuera del tiempo. Que eso es la eternidad. No una sucesión sin fin de días, situación que al considerarla dejaría en el ánimo una sensación de tedio. No van por ahí los tiros.
La muerte, la nuestra, ese hecho tan increíble y tan cierto vendrá en el mejor momento, enviada por nuestro Padre Dios. Es bueno aceptarla desde ahora tal y como esté diseñada en el guión. Mi madre tenía una larga y pormenorizada oración, que conservo escrita de “su puño y letra” en la que aceptaba la muerte “con todas sus angustías, penas y dolores…” Siempre me emocionó verla. Yo prefiero considerar que en mi muerte estará allí la Virgen. Primero porque es madre y madre poderosa y las madres est´ñan con los hijos cuando estos las necesitan. Y segundo por haber rezado muchas veces el “Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte”. Los santos la han deseado: “Ven muerte tan escondida / que no te sienta vivir / porque el placer de morir / no me vuelva a dar la vida”. Tampoco está demás el deseo desde ahora de que cuando suceda, como dice el refrán: “Dios nos pille confesados”
El juicio. Ese cara a cara con Dios. El examen de esa gran oposición que todos hacemos durante la vida, para asegurarnos un rinconcito en el cielo. Conocemos el temario de ese examen, la materia de ese juicio: “Venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me distéis de comer, porque tuve sed …” “Id malditos de mi Padre, al fuego eterno preparado para el diablo y sus secuaces, porque tuve hambre y nio me distéis de comer.. . San Juan de la Cruz lo resume con una frase: “A la tarde de la vida, seremos juzgados por el amor.”
El infierno. Existe. El triunfo del diablo en el siglo XXI consiste en que no se hable de él. Lo vieron los pastorcitos de Fátima. Lo vio Teresa de Jesús. Jesucristo habla de él varias veces en el evangelio, al margen de referirse a él al hablar del juicio final. Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. 53 veces, si la memoria no me falla se cita el infierno en las Sagrada Escritura.
Al infierno va el que se empeña porque Dios, mientras dura la vida, perdona siempre.
La gloria. Nos dice San Pablo hablando de sí mismo: “ Se de un hombre que, no se si en cuerpo o fuera de él, Dios lo sabe, fue arrebatado hasta el tercer cielo. Ni ojo vio ni oído oyó, ni pasó por pensamiento humano lo que Dios tiene preparado para los que lo aman”. Santa Teresa de Lisieux, que de niña dijo a su padre que había visto escrito su nombre en el cielo (las estrellas formaban una T) decía que esperaba tanto del cielo, que si llegaba a allí y se quedaba despagada, no le diría nada a Dios de su desilusión para no causarle pena. Yo digo también una cosa de niña cuando tenía siete años me gustaba una postal en color que tenía dibujados una princesa y un príncipe abrazados. Abajo había un versito cursi: “Vivir siglos en instantes / ese es el don venturoso / que disfrutan los amantes”. En el cielo no nos cansaremos. Ah¡ y la compañía inmejorable. Lo mejorcito de cada casa.
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