20 junio, 2012

La compañía de los libros

No puedo dejar de lamentar que la generación que me sigue – obsesionada por ordenadores, Ipad, móviles, máquinitas pueda perder la costumbre de leer libros,... Desde siempre al hombre y al niño le gustado oír y contar historias, se ha tranquilizado con ellas, ha aprendido, le han acompañado en su caminar formando por lo tanto parte de su vida. Recuerdo el verano que leí “Resurrección” y se la conté a mis hijos, en esa edad en que los niños escuchan atentamente a sus padres; el verano en “Siete Aguas” -¿Vamos “muchas aguas”? decía mi hijo Quino a los tres años - en el que por las tardes mi marido me leía en voz alta “Guerra y Paz”; el verano del Proust en el Pirineo francés…y tantos y tantos más. Leer, lo que merece leerse es viajar sin cansarse por el espacio y el tiempo. Digo sin cansarse, mientras se es joven, después se va cansando la vista. No hace mucho tuve un trastorno en los ojos que pudo ser serio, desde entonces: menos lectura y menos ordenador. Por eso me apena que los jóvenes pierdan un tiempo precioso que no dura siempre, la vista además de agradecerla, hay que aprovecharla. ¿Qué estoy leyendo ahora a otro ritmo? : “El velo de Verónica” de Gertrud von Le fort. Ésta obra y su continuación : “La corona de los ángeles” serán, Dios mediante, la lectura de este verano, como el verano pasado pasado fué “ Cristina la hija de Lavrans”, de Sigrid Undset y el anterior “El diario de la felicidad” de Nicolae Steinhardt. El disfrute de estas tres últimas obras se lo debo a mi amiga Maruja Sendra, una hada buena que Dios ha puesto en mi camino literario.

16 junio, 2012

De generación en generación

Siempre y cuando el hombre no olvide a su Hacedor, reza el Salmo, esperanzador y reconfortante: “¡Señor¡: Tu has sido nuestro refugio de generación en generación”, Y en no olvidar esto, tienen parte fundamental los abuelos, porque hoy, a ellos compete, en buena parte, la educación de sus nietos. La siembra con los hijos, a más o menos profundidad, la hiciero ya, y dará su fruto aunque tarde en llegar. Decía Pedro Juan Villadrich: “lo sembrado a los siete puede fruto a los setenta y siete”. Hay abuelas hay que visto lo visto y no contentas con lo que dejaron desembrar en sus hijos, están firmemente decididas a subsanar la omisión con los nietos. Una de éstas, que ofrece su larga y penosa enfermedad por la conversión de hijos y bautismo de nietos, me contaba satisfecha que uno de ellos, de seis años, al ver que alguién estornudaba, dijo: “¡Jesús¡”. El padre del niño, que tira al monte como el suyo, le adoctrinó: “¡también se puede decir “¡salud¡”. El niño, ni corto ni perezoso, contestó: “yo prefiero decir ¡Jesús¡”. Lo entendí, porque a mi me ocurre algo parecido: cuando alguién me dice: “¡Que tenga un buen día¡ ”, lo agradezco, pero me entran muchas ganas de contestarle: “¡quedad con Dios¡”. En “El velo de Verónica” dice Janette a Edelgart: “ ¡No te atormentes tan lastimosamente¡ ¡El sino de la “petite” no está en las débiles manos de tu cuñado, sino en las manos de Dios¡ y también un poco por cierto en tus propias manos…” Es un alivio. (Carta enviada a "LAS PROVINCIAS")

09 junio, 2012

Con Ella

Como algunos que me leen saben, no soy valenciana, soy baturra. Aunque vivo en Valencia desde los seis años. Sinceramente, no creo que una valenciana pudiera escribir “El rastro”. Quizá por aquello que dice esa jota que cantaba mi madre: “Que sería un baturrico / sin la cabecica atada / si aún llevandóla atadica / dice las cosas tan claras”. Van dos días que me despierto a las cuatro y cojo el ordenata. No quisiera que esto quedase en costumbre. Me despierto, me levanto, como algo, rezo un rosario a la Virgen – mirando la talla que me regaló mi hermana Carmen y que está en una esquina de mi cuarto de estar, sobre una columna corintia e iluminada por el gran quinqué de plomo que heredé de la tía Elisa – y agarro el ordenador que despereza lentamente su “Windous 95”. Tan lentamente que me da tiempo, mientras lo hace, a rezar un “Acordaos” a la Virgen, a veces dos, por quienes me leen. Es hermoso - y seguro que eficaz - rezar un rosario de mnadrugada uniéndose a tantos monjes y monjas que en el mundo a esa hora está salmodiando en el coro. Hoy mientras me levantaba me ha venido a la cabeza canturrear el himno a la Virgen del Pilar: “Virgen santa, Madre mía / Luz hermosa, Claro día / que la tierra aragonesa / te dignaste visitar…”. Los aragoneses, además de valientes, sinceros, tenaces y rudos, somos poetas ¿No es hermoso llamar a la Virgen “Claro día”? Estoy muy orgullosa de mi tierra aunque quiero a Valencia cion toda el alma, y también me sé en valenciano, el himno a la Virgen de los Desamparados. Me lo copió en un valenciano perfecto, Helena Reginard Ferrandis, la primera de la clase, cuando las dos teníamos catorce años. Me voy a la cama, seguro que me duermo. Buenas noches

08 junio, 2012

La enseñanza

“…Nuestra alocada, nerviosa, considerada e increíble tutora y profesora. Hoy es tu cumpleaños y por eso más que nunca queremos demostrarte todo lo que te queremos y apreciamos. ..Aunque te hacemos enfadar, te seguimos queriendo cada día más. Cuando tenemos un mal día, tus bromas y tus risas nos ayudan a seguir. Gracias por todo y más, no tienes precio…” Así empezaba una bonita carta que un grupo de alumnas de catorce años escribieron a su profesora, de Plástica, no ajustada demasiado al canon vigente, artista al fin. Canón temeroso y acobardado, quizá mas desilusionado de lo conveniente porque la realidad es que al profesor hoy no le ayuda nadie, ni siquiera el consejo de dirección. La enseñanza a cualquier nivel está agobiada por la burocracia, y quizá por ello en una buena medida muchos profesores un “tantico amargados”. Enseñar, no debería ser estar obsesionado por rellenar papeles, que hacen ver que uno “cumple”. Hay que revitalizar la figura del maestro. Porque hoy más que nunca, el desarraigo familiar dificulta extraordinariamente la labor del profesor: ¿qué van a importarle un niño las matemáticas cuando ve deshecho el núcleo que le ha dado la vida? Se enseña con lo que se es: el mediocre, con mediocridad. Sobran prescripciones reglamentarias como sobran políticos. Enseñar, sobre todo hasta llegar a la Universidad, es en primer lugar quererse a sí mismo y a los alumnos, es creer en la vida, no arrastrar ésta, y transmitir el coraje y la ilusión necesarios para enfrentarla. Quienes hemos conocido muchos y buenos maestros,lo sabemos.