07 noviembre, 2018

Consumismo: muerte dulce


En el 2009 cogí unos apuntes sobre “Consumismo: muerte dulce” que transcribo:
Hay un desordenado afán de poseer y gozar bienes terrenos. Éstos, atrapan al hombre en su camino hacia el cielo, dejan de convertirse en medios cosas que de suyo no son malas. El corazón, el hombre es para Dios. El consumismo fomenta el individualismo: movimiento compulsivo que tiende a ser satisfacer inmediatamente..
El uso inmoderado del ordenador es consumismo. Éste hace difícil tener no solo objetivos espirituales sino  incluso humanísticos. Cuando se ve a mujeres jóvenes absortas, serias, concentradas frente a la ropa, cabe pensar: ¿una persona así es capaz de acordarse de Dios? Consumismo: adicción a las compras de las que podemos prescindir.  ¿Está Dios al mismo nivel que “El Corte Inglés”? Hay que saber prescindir de cosas, saber desprenderse, saber desprenderse. El consumismo desmorona a la persona.

 Ahora estamos en el 2018, el Papa Francisco sobre el mismo tema nos dice en la “Gaudete et exultate”: “ El consumismo hedonista puede jugarnos una mala pasada, porque en la obsesión   por pasarlo bien terminamos excesivamente concentrados en nosotros mismos, en nuestro derechos y en esa desesperación por tener tiempo libre para disfrutar. Será difícil que nos ocupemos de echar una mano a los que están mal si  no cultivamos una cierta austeridad, si no, luchamos contra esa fiebre que nos impone la sociedad de consumo para vendernos cosas, y que termina convirtiéndose en pobres insatisfechos que quieren probarlo todo y tenerlo todo. También el consumo de información superficial y las formas de comunicación rápida y virtual pueden ser un factor de atontamiento que se lleva todo nuestro tiempo y nos aleja de la carne sufriente de nuestros hermanos. En medio de esta vorágine actual, el Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida diferente, más sana y más feliz”