Consumismo: muerte dulce
En el 2009 cogí unos apuntes sobre “Consumismo: muerte
dulce” que transcribo:
Hay un desordenado afán de poseer y
gozar bienes terrenos. Éstos, atrapan al hombre en su camino hacia el cielo, dejan
de convertirse en medios cosas que de suyo no son malas. El corazón, el hombre es
para Dios. El consumismo fomenta el individualismo: movimiento compulsivo que
tiende a ser satisfacer inmediatamente..
El uso inmoderado del ordenador es
consumismo. Éste hace difícil tener no solo objetivos espirituales sino incluso humanísticos. Cuando se ve a mujeres
jóvenes absortas, serias, concentradas frente a la ropa, cabe pensar: ¿una
persona así es capaz de acordarse de Dios? Consumismo: adicción a las compras
de las que podemos prescindir. ¿Está
Dios al mismo nivel que “El Corte Inglés”? Hay que saber prescindir de cosas,
saber desprenderse, saber desprenderse. El consumismo desmorona a la persona.
Ahora estamos en el 2018, el Papa Francisco
sobre el mismo tema nos dice en la “Gaudete et exultate”: “ El consumismo hedonista
puede jugarnos una mala pasada, porque en la obsesión por pasarlo bien terminamos excesivamente
concentrados en nosotros mismos, en nuestro derechos y en esa desesperación por
tener tiempo libre para disfrutar. Será difícil que nos ocupemos de echar una
mano a los que están mal si no
cultivamos una cierta austeridad, si no, luchamos contra esa fiebre que nos
impone la sociedad de consumo para vendernos cosas, y que termina
convirtiéndose en pobres insatisfechos que quieren probarlo todo y tenerlo todo.
También el consumo de información superficial y las formas de comunicación
rápida y virtual pueden ser un factor de atontamiento que se lleva todo nuestro
tiempo y nos aleja de la carne sufriente de nuestros hermanos. En medio de esta
vorágine actual, el Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida
diferente, más sana y más feliz”
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