07 agosto, 2005

Por las mismas fechas

He terminado de leer una biografía de Edith Stein, justo la víspera del aniversario del día en que fue asesinada en el campo de concentración de Auschwitz: el 8 de agosto de 1942. Edith Stein que al entrar en el Carmelo Tomó el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz, fue canonizada por Juan Pablo II, que la nombró también patrona de Europa.
Judía, atea, filósofa fenomenóloga con renombre internacional, discípula de Husserl y de Max Scheler, este último le ayudó en su camino de búsqueda de Dios, se convirtió al catolicismo por la lectura de Santa Teresa y el último libro que escribió, que no pudo terminar, fue sobre San Juan de la Cruz.
Ella se sentía Teresa bendecida por la cruz. Ésta, aún antes de ser consciente de ella siempre se proyectó sobre su vida: nació un 12 de octubre, día fiesta judía de las expiaciones. Su madre, muy unida a ella porque nació poco antes de morir su padre y que por ser judía ferviente no se consoló nunca de la conversión al catolicismo de su hija murió un 14 de Septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
Presintió desde los albores del nazismo las desgracias que iban a sobrevenir sobre su amado Pueblo y se ofreció a Jesucristo como víctima por la salvación de él. Supo igualmente que su ofrecimiento había sido aceptado. El abandonar el convento de Colonia dónde era querida por todas y buscar refugio en el de Estch (Holanda) no le sirvió, su fama como intelectual tampoco, allí fueron a buscarla las fuerzas de las SS.
Era la hija número once. Quizá hoy que con tanta tacañería se vive la maternidad, sea digno de notar aquellos hijos últimos de familias numerosas que han sido grandes santos: San Ignacio de Loyola fue el hijo número trece. Santa Catalina de Siena fue la hija número 22. Esos, que yo sepa de momento...

03 agosto, 2005

Agradecimientos

Agradezo a José Ramón Ayllón que en su libro “En torno al hombre” haya intercalado una cita de Dostoievski, no menciona la obra de la que procede, que no conocía y que me ha parecido hermosa. Aquí está:

“Y cuando haya acabado de juzgar a los demás nos tocará a nosotros. “Entrad también vosotros, borrachos. “Entrad los de carácter débil, los disolutos.”Y nosotros nos acercaremos a Él sin temblar.”Sois unos brutos; lleváis impresa en la frente la marca de la Bestia, pero venid a Mí.” Entonces los sabios y prudentes preguntarán: “Señor, ¿por qué acogéis a éstos?” Y Él responderá: “Los admito porque ninguno se creía digno de ese honor.” Entonces abrirá sus brazos para acogernos y nosotros nos arrojaremos a ellos y lloraremos. En aquel momento lo comprenderemos todo.”

¿No es consolador leer algo así? “No juzguéis y no seréis juzgados” dice la Escritura. Como también : “Con la medida que midiereis, se os medirá”. Leyendo el libro de Ernesto Sabato, del que ya hablé, he sabido que el fin de Dostoievski fue tranquilo. Dice así:

“Von Baltasar muere en la fe más inocente, absoluta, como también Dostoievski, Kierkegard y el endemoniado Rimbaud, que en su lecho suplica a la hermana que le suministren los sacramentos”

Considero a Dostoivski un buen amigo de juventud. Por eso agradezco también este dato, que me da Sabato.

02 agosto, 2005

Lecturas de verano

Ayer acabé de leer un gran libro: “Antes del fin” de Ernesto Sabato. Es su testamento espiritual.
Un hombre, proclive a la depresión y que de joven pensó en el suicidio escribe, ya de anciano, a los jóvenes para con sus líneas ayudarles a vivir : “ También yo quise huir del mundo. Ustedes me lo impidieron, con sus cartas, con sus palabras por la calle, con su desamparo.” Nos cuenta cosas que todos sabemos. QUE EL QUE ESCRIBE, EL QUE PINTA, EL QUE COMPONE MÚSICA, NECESITA HACERLO, ES SU TERAPIA, “¡ Cuántas veces hundido en negras depresiones, en la más desesperada angustia, el acto creativo había sido mi baluarte ¡” pero es también la terapia de los otros, de los que leen, de los que miran, de los que oyen. “Te hablo a vos, y a través de vos a los chicos que me escriben o me paran por la calle, también a los que me miran desde otras mesas en algún café, que intentan acercarse a mí y no se atreven...” Es hermoso ese abrazo entre unos y otros.

Leyendo ese libro, vamos sabiendo lo que fue su vida, lo que fueron sus ilusiones y sus penas: la muerte de su hijo Jorge Federico. Pero ante ella supo que “ninguna obra nacida de mis manos me podía aliviar, y me pareció hasta mezquino que intentara distraerme, o aún pintar o escribir algo”. Y se refugia como no en las grandes lecturas: “El sufrimiento es la superioridad del hombre sobre Dios. Fue necesaria la Encarnación para que esa superioridad no resultara escandalosa” (simón Weil). “Donde hay dolor hay un suelo sagrado” (Oscar Wilde) y nos dice y que verdad tan grande es : “ ..nos salvamos, una y otra vez, sobre todo por las mujeres; porque no solo dan la vida, sino también son las que preservan esta enigmática especie.”