20 junio, 2005

"Dios y el mundo"

He leído casi de tirón, porque entra solo,“Dios y el mundo”, libro que recoge las opiniones de Benedicto XVI sobre los grandes temas de hoy. Es una larga conversación, en el monasterio benedictino de Montecasino, en la que Peter Seewald va preguntando a Ratzinger sobre muchas cosas. Elijo entre muchas una que nos interesa a todos: el ser amados por Dios.

“Dios te amo primero”dice la doctrina cristiana. Y te ama sintener en cuenta tu origen o tu importancia. ¿Qué significa eso?

“Esta frase debe tomarse en el sentido más literal posible y así intento hacerlo. Porque es realmente el gran motor de nuestra vida y el consuelo que necesitamos. Lo cual no es en absoluto tan extraño.
Él me amó primero, antes de que yo mismo fuese capaz de amar. Fui creado solo porque ya me conocía y me amaba. Así que no he sido lanzada al mundo por azar, como dice Heidegger, ni me veo obligado a advertir que voy nadando por ese océano, sino que me precede un conocimiento, una idea y un amor que constituyen el fundamento de mi existencia.
Lo importante para cualquier persona, lo primero que da importancia a su vida, es saberse amada. Precisamente quien se encuentra en una situación difícil resiste si sabe que alguien le espera, que es deseado y necesitado. Dios está ahí primero y me ama. Ésta es la razón segura sobre la que se asienta mi vida, y a partir de la cual yo mismo puedo proyectarla.”

17 junio, 2005

Maribel

Su abuela Martina le había dicho: “Maribel, tu siempre serena. Serena como un lago”. Cuando me lo contó, miré sus grandes ojos azules, que a sus setenta y tantos años siguen espléndidos. Maribel ha tenido ocho hijos y espera el nieto número veintiocho. A su marido, ingeniero de minas se lo llevó hace años el tren en un paso a nivel y la mayor de sus hijas, Mabel, está ya en el cielo. Murió de una embolia, a los 43 años llevándose consigo a Álvaro del que estaba embarazada de seis meses. En su entierro, se vio a lo lejos pasar un tren. Alguien lo relacionó con un guiño de su padre: Mabel se había ido con él y sus otros cinco hijos quedaron un poco a cargo de su abuela. Maribel se ríe siempre. A tiempo y a destiempo. Pero es gaditana y lo tiene a gala. “Los andaluces ¿sabes? somos muy alegres. Mi marido en cambio era castellano: muy recto, muy bueno. Pero tan serio…El susto que me llevé cuando conocí a su familia… todos tan circunspectos…Maribel: repórtate, me decía el pobre Aquilino cuando me veía en algún festejo algo lanzada”. Además, Maribel tiene muy claro el Eclesiastés: la tristeza es mala, aliada del diablo. Hasta vino un día a la cafetería con la Biblia en la mano para leernos el párrafo. Maribel, experta en humanidad tras la lidia con sus siete yernos, domina la cocina, se encuentra en su salsa al volante, le entusiasma “el Madrid” y no le hace ascos a una cervecita de vez en cuando. A los cincuenta dejo de golpe el tabaco y luego superó una leucemia. Iba a estudiar para Asistente Social, pero entonces conoció a Aquilino y se dijo: “para que voy a estudiar, si me voy a casar con éste”. Y así fue.

14 junio, 2005

A Madrid hemos de ir...

A Madrid hemos de ir…


“Ve a Madrid, si quieres hacerte oír”. Y conviene que nos oigan. No vamos contra los derechos de nadie, vamos a defender los nuestros. Por eso debemos estar allí el 18 de junio a las dieciocho de la tarde, para apoyar algo bastante obvio: que la unión de dos homosexuales, no puede ser considerada matrimonio. Estas personas, como tales, merecen que se les respete, que se les comprenda, que se les ayude – no es la mejor manera de hacerlo falseando la verdad- que hereden, si quieren, unos de otros, incluso que tengan derecho a dejar pensión pero que no se empeñen en hacernos comulgar a todos con ruedas de molino. Matrimonio es la unión, ejercida libre y responsablemente, de un hombre y una mujer, que tiene como fruto los hijos. Y sanseacabó. Lo otro, es otra cosa. Aunque al decir esto no descubro el Mediterráneo, sin embargo hace falta decirlo porque respecto a la homosexualidad, la manipulación en los medios es grande, y a fuerza de oír sandeces se puede acabar perdiendo el sentido común. La argumentación de que no debe importarnos que se llame matrimonio a una unión de ese tipo es falaz. Nos importa y mucho porque la sociedad la formamos todos y en ella se cuecen nuestros hijos. La simple posibilidad de adopción por parte de este tipo de parejas escalofría. En fin… Al señor ZP ¿no se le hace cuestión que veinte siglos de cultura en el tiempo y el mundo entero en el espacio, no vayan en esa línea? Fui noviembre del 82 a Madrid a oír la apasionada defensa que de la familia hizo Juan Pablo II en “La castellana”. Desde aquí mi apoyo a quienes estén ahora en condiciones de luchar pacíficamente por la verdad y la sensatez.

09 junio, 2005

La copa y la medida

Me gustó esta frase: “La vida no es una copa que se apura sino una medida que hay que llenar”. Es una frase estimulante. Llevarla adelante evita el aburruimiento. La encontré en “La familia que alcanzó a Cristo”, libro del que ya hice mención aquí, publicado en Buenos Aires en el 43 y que cuenta la vida de San Bernardo de Claraval y sus seís hermanos cistercienses, allá por el año 1.111. Realmente considerar la vida como copa a apurar supondría no más que un pequeño sorbo porque sigue siendo verdad aquello que decía Jorge Manrique, nacido un poco más adelante, en 1440.

“Cuán presto se va el placer / cómo después de acordado da dolor
cómo a nuestro parecer / cualquier tiempo pasado fue mejor”

Sumamente sugerente me parece la idea, expresada por Chesterton en “Ortodoxia”, (gran libro, a fe mía) de que la lectura de los cuentos de hadas que realizamos en la infancia resulta un magnífico aprendizaje para la vida. Así, en el cuento de “La Cenicienta”, ésta puede ir al baile que organiza el Príncipe, hermosamente ataviada y montada en una deslumbrante carroza, pero su felicidad, por decisión del hada madrina, durará solo hasta las doce de la noche. A esa hora la carroza volverá a ser calabaza, los caballos ratones, el lacayo gato y su deslumbrante traje blanco se transformará en sus andrajos de Cenicienta. Tiene hasta las doce para enamorar al Príncipe y huir de él antes de que se rompa el hechizo. El tiempo es breve para trabajar. “Caminad, mientras tenéis luz”. “Negociad, mientras vuelvo”. Pues eso. Olvidar que se nos pedirá cuenta de nuestra administración no es olvido de poca monta.