10 julio, 2015

El páramo

Me gusta leer papeles viejos, con escritura propia o ajena porque en esa lectura siempre se encuentra algunas perla. Ayer encontré dos : una frase de Schiller y una acertada observación de Julián Marías. Éste último, por los setenta dijo algo que ha resultado profético: “El hombre de hoy solo conserva la sensibilidad para dos temas: la economía y la gastronomía. Eso es lo que tienen los intelectuales honrados: que atisban el futuro, aciertan y espabilan a quienes desean dejar este mundo un poco menos guarro que lo enciontraron. Otros, aunque codician ese nombre, no lo merecen,porque les falta el calificativo: se venden a lo que en ese momento está de moda. Y he dicho profético porque ya vemos la tele hoy: debates politíco- económicos, dando de paso con su esclusividad a una visión sesgada del hombre, y la cocina: “Master chef” “Cocineros al volante”, en este caso, con absoluto desprecio a quienes ya pasan en ella suficiente tiempo, día sí y día también y tienen derecho a crecer en otros temas o simplemente a evadirse un rato. La otra perla a la que me refería es una frase de Schiller : “Mujer, la dignidad del mundo está en tus manos:¡cuídala¡”. Así es, siempre ha sido así porque una sociedad sana no manipula a la mujer haciéndole perder el pudor. Deberían hacerse octavillas de ella y repartírlas por colegios y universidades, en lugar de eso se han repartido preservativos desde que una ministra socialista se empeñó en ello con el “póntelo, ponselo”. De ahí a haberse tragado el aborto – que ya es tragar – era solo cuestión de tiempo. Los que llavamos mucho vivido echamos de menos en prensa y en televisión intelectuales valientes que llamen al pan, pan y al vino vino pero esto es tristemente un páramo. Menos mal que al Papa Francisco se le oye y se le ve.

05 julio, 2015

Papeles viejos (A Juan José Millás, “El País” 24-I- 94 )

Muy buena su columna “El Progreso”del día 14, aniversario de la muerte de Bogart en el 57. Al final todos nos morimos y lo único que cuenta es una vida de honradez, aunque solo fuera por no contribuir a dejar este mundo un poco menos guarro que nos lo encontramos. Eso de utilizar óvulos de fetos o de muertas, haciendo posible que las abuelas puedan ser madres de sus nietos, entre otras atrocidades, supera cualquier relato de ciencia ficción y dá a los Alfas y Betas de “Un mundo feliz” pasaporte de normalidad. Al menos ellos tenían madre biológicas vivas aunque su concepción se hubiera hecho en el laboratorio y fueran decantados y no nacidos. Enlaza esto perfectamente con las películas de Frankistein que muchos vimos en los cincuenta, pero teniendo claro que íbamos a ver una película de mostruos, que la realidad no era así. Luego se salía a la calle y el cielo seguía siendo azul y en casa encontrábamos a nuestros padres alrededor del brasero quizá cosiendo ella y estudiando él. Tengo cuatro hijos universitarios y comemos en la misma mesa de comedor que lo hicieron su padre de niño y sus abuelos, antes las cosas eran sólidas.En las paredes hay tres óleos: su padre, su abuelo y su bisabuelo . Adornan y acompañan. Y a veces es divertido buscar parecidos entre los que son y los que fueron y contar historias de ellos. Corto y me guistaría no tenerlo que hacer. La avaricia y la soberbia de los arquitectos ha llenado las ciudades de fealdad y la sioberbia y la egolatría de los científicos puede llenar el mundo de monstruos. ¿Les pararemos los pies? Ya hace muchos años que nos recordó Juan Pablo II “No todo lo que se puede hacer, se debe hacer”. Fdo: Rosa Navarro

Todo es trabajo

El mundo, y lo que de él vale la pena es el resultado del trabajo. De un inmenso trabajo, sobrecogedor. La creación es obra del trabajo de Dios: “El primer día creo la luz… El primer día Dios creó una partícula de energía, decía D. Joaquín Catalá catedrático de Física de la Facultad, al explicar la teoría de Einstein. “El segundo el firmamento llamado cielo..” estudiábamos de niños en la Historia Sagrada. Luego, cuando nos enfrentamos a la Biblia, mitad por sed de Dios, mitad por sed de cultura, leímos: En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra sin embargo estaba informe y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Dijo pues Dios Sea hecha la luz. Y la luz fue hecha” Y por fín, creó al hombre: “y los creó hombre y mujer”. Y cuando, según Calderón, el escenario de el Gran Teatro del mundo estuvo terminado, Dios colocó allí al hombre “para que representara”. Oígasmosle “ Y pues si hacia el mundo vamos todos a representar los papeles puedes dar pues en aquesta ocasión no tenemos elección para haberlos de tomar” Pero Dios no habla al hombre de representación, sino de trabajo: “Henchid la tierra y dominadla”, y se dirije de modo distinto al varón y a la mujer: “Por cuanto has escuchadola voz de tu mujer, y comido del árbol que te mandé no comieses, maldita sea la tierra por tu causa; con fatiga sacarás de ella el alimento todos los días de tu vida”. Y a la mujer: “Multiplicaré tus trtabajos en tus preñeces; con dolor parirás los hijos y estarás bajo la potestad deltu marido y él te dominará” Para comprender, los actos sucesivos de esta representación del hombre sobre la tierra, que constituye su historia, es bueno de vez en cuando, contemplar el primer acto. De entonces a cá, todo ha sido trabajo, trabajo y más trabajo. Simone de Beauvoir en “la mujer rota”, plantea este diálogo entre marido y mujer: “ – Pensar que comenzamos en las cavernas, exactamentre con nuestro diez dedos a nuestro servicio y hemos llegado hasta donde estamos reconoce que es alentador. _ Es cierto que la historia de la humanidad es hermosa; lástima que la de los hombres sea tan triste”. Mucho habría dicho yo si en tal diálogo hubiera estado presente. Creo que si hemos llegado hasta aquí es porque Dios no nos ha dejado de la mano. Y en cuanto a la triste historia del hombre concreto, si éste respeta a su creador termina bién porque termina con el abrazo de Dios, que para eso nos creó. Sí, todo es trabajo. Con él crecemos y como tal, debe ser valorado: el del intelectual que prepara concienzudamente un libro, el del ama de casa que con poco dinero saca una sabrosa comida a la mesa, el del fontanero que resuelve una pequeña tragedia doméstica, el del marido o la mujer que se esfuerzan en escuchar al otro conyuge cuando su cabeza estaría en otra parte. Trabajo es oír tanta pena como la gente te cuenta si le das la oportunidad. Trabajo es sufrir sin quejarse cuando el cuando el cuerpo falla. Todos estos y tantos otros merecen gratitud y respeto. Con ellos nos santificamos y porque sabía Jesucristo que nos íbamos a cansar dijo aquello de “Venid a mí todos los que estáis cansados que Yo os aliviaré” y nos enseñó a rezar. (Salió en “El Diario de Teruel “ en 1993)