11 noviembre, 2008

Ionesco

He terminado de leer “El misterio Pascual” del cardenal Ratzinger y hacia el final del libro dice el entonces cardenal, algo que yo he pensado muchas veces, porque he vivido las consecuencias, no solo en el orden social sino también dentro de la iglesia, de la revolución de mayo del 68:

“ El sacerdote ha recibido el mandato: “Id al mundo y haced a los hombres discípulos míos” (Mt 28,19). Pero este dinamismo de la misión, esta apertura interior y amplitud del Evangelio, no puede traducirse de esta manera: “Id al mundo y haceos también vosotros mundo y confirmadlo en su profanidad”. Todo lo contrario, lo que realmente cuenta es el misterio santo de Dios, el grano de mostaza del evangelio, que no se identifica con el mundo, sino que está destinado a hacer fermentar el mundo entero. Es necesario, pues, que hallemos de nuevo el valor de volver a lo sagrado (…)Eugenio Ionesco uno de los padres del teatro del absurdo, en una entrevista que tuvo lugar en 1975, expresó lo mismo con toda la pasión de un hombre de nuestro tiempo que busca y tiene sed de verdad. Me limito a cirar unas cuantas frases: “La iglesia n o quiere perder su clientela, quiere conquistar nuevos adeptos. Esto provoca una especie de secularización, que es realmente deplorable”. “El mundo se pierde, la Iglesia se pierde en el mundo, los párrocos son estúpidos y mediocres; se sienten felices de ser tan solo hombres mediocres como los demás, de ser pequeños proletarios de izquierda En una iglesia he escuchado a un párroco que decía: Alegrémonos todos juntos, estrechémonos las manos…¡Jesús os desea jovialmente un hermoso día, un buen día¡ (…) Me parece de una estupidez increíble, de una absoluta falta de espíritu. Fraternidad no es mediocridad ni simple camaradería. Tenemos necesidad de lo eterno, porque ¿qué otra cosa es la religión o si se quiere lo santo?..”

Creo que felizmente las aguas están volviendo a cauce. En todo caso las lecturas en castellano de la misa dejan, para quien tenga oídos, las cosa claras.