30 noviembre, 2005

Aleluya

En alguna otra ocasión he metido en mi welog mi colaboración quincenal en "Aleluya". Hoy también lo hago:

Dentro de esos quince minutos diarios que desde hace muchos años dedico a la lectura de un libro de lectura espiritual ( sabiamente escogido por quien puede hacerlo) y a la lectura del Nuevo Testamento, ahora estoy leyendo las cartas de San Pablo, que si bien pueden resultar a veces arduas, ofrecen muchas veces consejos prácticos, expuestos con contundencia, y otras recuerdos y alusiones entrañables y estimulantes como cuando San Pablo le escribe a Timoteo en su segunda carta: “..hago memoria de ti en mis oraciones noche y día, deseoso de verte, acordándome de tus lágrimas, para llenarme de gozo con la memoria de tu sincera fe, que fue también la de tu abuela Loida y la de tu madre Eunice, y que confío es la tuya”. ¿No es este un buen estímulo para quienes abuelas y madres de enraizada fe, vean quizá “despistarse” a alguno de sus hijos en “el día de los nubarrones”?

Pudiera ser que, abuelas y madres de hoy, con la sana intención de llevar a hijos y nietos a puerto, se enzarzasen con estos en discusiones teológicas. , Sigamos pues oyendo lo que San Pablo le dice a Timoteo: Esto has de recordar, no ocuparte de vanas disputas que para nada sirven, si no es para perdición de los oyentes (…)Evita también las cuestiones necias y tontas, sabiendo que engendran altercados, y al siervo del Señor no le conviene altercar, sino mostrarse manso con todos, pronto para enseñar, sufrido y con mansedumbre corregir a los adversarios, por si Dios les concede el arrepentimiento y reconocer la verdad y volver en razón, libres del lazo del diablo del que están cautivos, bajo su voluntad”(2 Tim.14-26) Llega la Navidad, con largas tertulias familiares.. No nos vendrá mal “sacarles punta” a estos retazos de la Escritura.

26 noviembre, 2005

MARCELLE AUCLAIR

He terminado un hermoso libro: “Bernardette” de Marcelle Auclair (Desclee ) No se si se podrá encontrar o no en librerías porque fue editado en 1958 con motivo del centenario de las apariciones de Lourdes.
Hace tiempo había leído otro libro suyo: “La vida de Santa Teresa de Jesús” (editado por Palabra, colección Arcaduz. ), que me cautivo desde su comienzo empezando por su dedicatoria:
“A mi madre que hizo posible que se escribiera este libro, asumiendo ella sola las tareas domésticas, pequeñas y grandes”.
Gran verdad esta de la dificultad del trabajo de creación femenino por tener que realizar otras muchas funciones. Rosa Chacel se lamentaba de ello y dudaba de la valía de escritores de renombre si hubiesen tenido que compaginar su vocación de escritor con guisar, adecentar la casa, arreglarse el pelo, coserse la ropa, hacerse las uñas, cuidar el vestuario y sobre todo ello tratar de estar guapas.
El caso es que volviendo a Bernardette ( es la segunda historia que leo suya, la primera fue “Lo que creía Bernardette” de Pierre- Marie Theas,Director del Gran Seminario de Bayona y Obispo de Montauban en 1940) he visto, una vez más, como una mujer llega más al corazón del lector y tiene más que decir cuando la sencillez , la ternura, la religiosidad la familia, la poesía de lo menudo constituyen la entraña de una historia. La naración, la historia, la crónica son vocablos de género femenino.

18 noviembre, 2005

Frivolidad

He encontrado, entre mis viejos papeles, con letras ya borrosas de máquina de escribir, algo que sobre la frivolidad decía Bruckberger en 1964 en su hermosa “Historia de Jesucristo”.Hélo aquí:

“La frivolidad es una enfermedad del alma y un ensordecimiento del corazón, cuyo primer efecto es suprimir la existencia del prójimo. Si Jesús no dice nada a Herodes, es que Herodes no podía oír nada. En ese día
largo y atroz, se nota que algo ha pasado entre Jesús y Caifás, entre Jesús y Pilatos, pero entre Jesús y Herodes, nada, no ha pasado absolutamente nada. La mundanidad aprisiona el espíritu en un círculo extremadamente estrecho de referencias e intereses limitados y superficiales en exceso. La “cualidad” de Jesús estaba por fuerza fuera de ese círculo mágico; ¿cómo habría podido tener Herodes incluso una vaga idea, una vaga sospecha de quién era Jesús? En realidad y hablando muy estrictamente, Jesús no fue para Herodes más que una ocasión de divertirse, si bien una ocasión excepcional”.

El domingo que viene es la festividad de Cristo Rey. El haber encontrado esta ficha poniendo orden en el caos que supone mi cuarto del fondo, no deja de ser una feliz casualidad.

15 noviembre, 2005

Gimnasia

Nunca he comprendido la necesidad de tener que hacer gimnasia para mantenerse con un tipo aceptable, cuando la vida de por sí, sobre todo si se es una mujer, da abundante ocasión de mover brazos y piernas. Que sobre todo el trabajo físico que nos ha caído siempre encima con la limpieza y arreglo de la casa, subida y bajada a los altillos para los cambios de ropa según estaciones, acarreo que no cesa de bolsas de alimentos (una amiga Químico me decía : “¿has pensado en la cantidad de toneladas de alimentos que hemos transportado y procesado en la vida?”), los mil un periplos ciudadanos a: consultas de Médicos propias y con hijos ( las mujeres vamos al Médico solas, pero hemos acompañado a él a todos los miembros de la familia), para consecución de certificados y documentación de todo tipo ( propios y familiares), recogidas a los colegios, salida de compras (con carrito de niños o sin él, descansadas o después de una dura jornada de trabajo), etc, etc, haya encima que apuntarse a un gimnasio, me ha parecido siempre puro masoquismo. Por ello me he llenado de regocijo al leer estas palabras de San Pablo en su primera carta a Timoteo: “Ejercítate en la piedad, porque la gimnasia corporal es de poco provecho; pero la piedad es útil para todo y tiene promesas para la vida presente y para la futura”. La experiencia, que ya va siendo larga, me dice que San Pablo tiene razón.

13 noviembre, 2005

Adiós

Cuenta Adam Bujck en una biografía sobre Juan Pablo II que, “Alabado sea Dios” era el saludo que intercambiaban los campesinos de Niegowic cuando se encontraban por los caminos, allá por 1948, cuando Karol Wojtyla era el cura párroco de un pequeño pueblo polaco de hermosos tilos, canto, cuando corresponde, de pájaros y grillos y lámpara de petróleo para iluminar las veladas.
Quizá de esa frase o del “Con Dios quedad” de nuestro teatro clásico, proceda nuestro acostumbrado “Adiós”, que hoy se va perdiendo, sustituido por el: “hasta luego”. Y sin embargo, con Dios quedamos y hacia Él vamos sin que ninguno de estos hechos sea remediable.
El día 3 de noviembre murió mi amiga Josefina, catequista durante quince años de la parroquia de San Alberto Magno y Nuestra Señora del Camino, que es la de ambas. Cuando me lo dijo Julia, el día 4, festividad de San Carlos Borromeo, estaba a punto de empezar la misa de ocho de la tarde en la parroquia. Acudí a oírla por ella. La iglesia, bien iluminada, estaba llena de flores y olía fuertemente azucenas. Había sido engalanada para la novia que se casaba al día siguiente. Pero… las cosas tienen más de un significado y conectados estamos todos. Al verla pensé que en realidad esa magnificencia floral la estrenó Josefina. Fue para ella en primer lugar, para festejar la entrada de ésta en el banquete de bodas del cielo.
El día 10 en que D. José, celebró una misa por ella, su hija Sonia leyó con aplomo y sentimiento la poesía de Miguel Hernández: “A la muerte de Ramón Sigé”. Josefina y yo la conocíamos desde que, de jóvenes asistíamos a una desenfadada Tertulia Literaria. Esto no podía saberlo Sonia. Parecía que el tiempo no hubiera pasado, pero ella había cruzado ya esa frontera que está tan cerca y tan lejos.
Después oímos al sacerdote. Por él supimos que Josefina recibió la Santa Unción con humildad y reverencia. Que sabía que se iba, pero que a Dios iba y en su misericordia confiaba. Con alegría podemos recordar esto sus amigos. Hasta luego, Josefina.

09 noviembre, 2005

La conversión de Paul Claudel

El año 1886 traerá Claudel la gracia y la fe. Va de iglesia en iglesia, llevado por su inconmensurable soledad, no por la necesidad de buscar a Dios, sino por la ansiedad de emociones estéticas. “Comenzaba entonces a escribir y me parecía que en las ceremonias católicas, consideradas con un diletantismo superior, encontraría un estimulante adecuado…”.
El día de Navidad, sábado, asiste a Nuestra Señora de París, a la misa mayor. Su gozo allí fue “mediocre” (misa con la liturgia propia de una
Misa solemne en Nuestra Señora). Claudel se queja de haber sido “codeado y zarandeado” por la multitud. Vuelve a las Vísperas. “Era el día más crudo de invierno y la tarde más oscura de lluvia de París”. Escuchó los salmos y especialmente el Magnifícat. Resulta un poco sorprendente que asegure más tarde que no identificó inmediatamente este cántico de acción de gracias de la Virgen, que había oído a menudo en su infancia y al principio de su juventud. “Estaba de pie, cerca de la segunda columna de la entrada del coro, a la derecha de la parte de la sacristía”.Allí se encuentra la célebre estatua de nuestra señora del siglo XIV.
“ Fue entonces –cuenta Claudel –cuando se produjo el acontecimiento que domina toda mi vida. De repente mi corazón se sintió tocado y creí. Creí con tal fuerza de adhesión, con tal arrebatamiento de todo mi ser, con una convicción tan poderosa, con tal certeza que no me quedaba la menor duda, y que, después, de todos los libros, todos los razonamientos, todos los azares de una vida agitad no podrían quebrantar mi fe, ni a decir verdad tocarla siquiera. Había sentido de golpe el sentimiento desgarrador de la inocencia, de la eterna infancia de Dios, una revelación inefable. Tratando como lo he hecho a menudo de reconstruir los minutos que siguieron a este instante extraordinario, me encuentro con los siguentes elemento que, sin embargo, no forman más que un solo destello, una sola arma de la que la Providencia divina se servía para hacerse accesible y abrirse al fin a un pobre muchacho desesperado: “Las gentes creen que son felices¡ Sin embargo ¿es esto cierto? ¡Es cierto¡ Dios existe, está allí. Es alguien, es un ser tan personal como yo mismo. Él me ama, Él me llama”. Me ví embargado de lágrimas y sollozos, y el cántico tan tierno del “Adeste” se añadía a mi emoción.
Emoción dulcísimo en la que sin embargo se mezclaba un sentimiento de espanto y casi de horror. Porque mis convicciones filosóficas permanecían inconmovibles. Dios, desdeñosamente, las había dejado donde estaban; yo no veía nada que cambiar; la religión católica me parecía siempre el mismo tesoro de anécdotas absurdas; sus sacerdotes y sus fieles me inspiraban la misma aversión, que llegaba hasta el odio y la repugnancia. El edificio de mis opiniones y de mis conocimientos seguía en pie y no veía en él ningún fallo. Tan pronto estuve dentro como fuera.”(“Mi conversión”, en Contacts et Circonstances, Gallimard, ed.,págs.11 y sigs)

(Tomado de la biografía que sobre Paul Claudel escribió Louis Chaigne, editada por RIALP)

07 noviembre, 2005

Las monjas

Mi cariño a las monjas viene de lejos. Me educaron las Madres Teresianas, sitas entonces en Cirilo Amorós 62, esquina a Jorge Juan, frente a la imprenta de Federico Morillo editor de “Aleluya”. Era Arzobispo de Valencia D. Marcelino Olaechea y Loizaga, organizador, entre otras cosas, de la Tómbola de Caridad donde las alumnas de los colegios de monjas lo pasábamos en grande vendiendo boletos. D. Marcelino tiene una estatua a ” en la Plaza del Palau y una lápida en el altar de la catedral que está frente a la capilla de la Inmaculada. Justo donde se apilan domingo tras domingo las “Aleluyas” que durante tantos años tan buena doctrina esparcen. Para la Tómbola había que vestir año tras año montones de muñecas que eran, para tal fin, repartidas entre las madres de las alumnas que estaban por la labor. Después había una exposición de ellas a la que Don Marcelino solía acudir. En ella había desde una dama antigua con polisón e impertinentes hasta una
Princesa en su castillo con su trovador, pasando por una enfermera o una
Colegiala con su uniforme. Cuando aparecía, algunas íbamos corriendo a besar su anillo de amatista. Estuve en el Colegio desde los seis años a los diecisiete. Cuando de parvulita vi a la Madre Visitación, me pareció una santa. Los niños en estas, cosas raramente se equivocan. Muchas alumnas de Teresianas, ya abuelas, nos reunimos a veces en la cafetería “Jorge Juan”, allí estaba el jardín del Colegio: la higuera y la gruta de Lourdes. ¿Buscamos el calor del Colegio?
Antes de que acabe el año del Quijote, quiero romper una lanza por las monjas.