De el libro:"El olvido de sí"
Pablo d´Ors, hablando de Charles Foucauld, en un hermoso libro: “El olvido de sí”, - en el que a su vez no se deja de aprender-, publicado por Pre-Textos y recientemente presentado en la librería “Leo” de Valencia dice muchas cosas que me gustaría reseñar. Hé aquí una de ellas que habla sobre la amistad: “El prójimo, todo prójimo, ha dejado de ser para mí un destinatario de mi acción y ha pasado a convertirse en un hermano. El otro no es ya alguien que tenga que recibir algo de mí, sino algien con quien compartir lo que soy: mi pobre humanidad. La amistad tiene un valor apostólico aun cuando no haya anuncio; quizá sobre todo cuando no lo hay o no puede haberlo. No hay mejor modo de predicar a Jesucristo que la amistad sobre todo. El amigo busca el bien del amigo y se alegra cuando este lo encuentra, aunque sea sin su mediación. Solo se quiere a un amigo cuando se acepta que es diferente a quien soy yo y aquien me gustaría que él fuera. Quizá no haya hecho demasiado en mi vida, pero he tenido buenos amigos. En el Cielo –estoy seguro-, cuando llegue mi hora – sí, lo estoy viendo -, serán ellos quienes me abran la puerta y allí, en el umbral, me den la bienvenida” Compartida la belleza y la verdad de este texto, quiero comentar algo, sobre esta frase: “ La amistad tiene un valor apostólico aun cuando no haya anuncio; quizá sobre todo cuando no lo hay o no puede haberlo”. Es lo siguiente: el bien de suyo es difusivo y cuando se ha encontrado al Señor en la propia vida, de forma que ésta queda iluminada y acompañada de principio a fin, no hay más remedio que comunicarlo. Otra cosa será que encuentre uno la ocasión y palabras apropiadas. Amén de que el mensaje que llevamos, en vasijas de barro, tiene fuerza por sí mismo. Amén de que el anunciarlo nos compromete a ser mejores y además cumplimos un mandato imperativo de Cristo de llevarlo al mundo entero.