El mal (André Frossard)
“Los hombres han vivido de pan y de religión durante un siglo y no se f figuraban que podrían prescindir de éstra más que de aquel.” “; Después unos espíritus mediocres de ágil pluma o unos ideólogos provistos de argumentos agresivos les persuadieron de que la religión les exigía mucho y no les aportaba nada; que los misterios limitaban su inteligencia y los principios morales coartaban su libertad; que el cielo estaba vacío y el mundo se había creado a sí mismo según un proceso que estaba a punto de descubrirse; que la fe no hacía más que acunar sus miserias y prometer compensaciones imaginarias a sus desgracias; que no podían llegar a ser ellos mismos bajo la dependencia de un ser incognoscible y cuya existencia estaba aún por demostrar; y, por fin, que lo que tenían que hacer era renunciar a sus esperanzas quiméricas para consagrarse por completo a la edeificación de su felicidad terrena, la única que tenían al alcance de la mano, como la manzana del primer jardín. Han obedecido al revésel consejo de Pascal: “Apostad por la vida eterna – decía ese maestro de la religión del corazón – y podréis ganar todo sin haber arriesgado nada; porque de todos modos, apostéis o no, vuestros días aquí abajo están contados”. “Apostemos todo a éste mundo – se dijeron – y, no perderemos nada”. De hecho han perdido mucho porque la realidad es cruel con los realistas.” (André Frossard: “El mundo de Juan Pablo II)
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