El grito silencioso
Ojalá resonara en nuestro corazón, el grito silencioso de los miles de niños que mueren cada año al amparo, emplear ese término escalofría, de la ley del aborto que sigue ahí para vergüenza nuestra. No nos crucemos de brazos. No seamos cómplices, por omisión, del aborto. Causa, según la Madre Teresa de Calcuta, de todos los males de nuestro tiempo. Y es lógico que así sea, ¿qué puede esperarse de una sociedad que no protege la vida humana? Se acabó el tiempo de justificar el aborto, porque esté legalizado en otros países europeos, ya que Europa no está como para echar cohetes. Hablando de ella decía el cardenal Ratzinger con su habitual mesura: “Europa está en una cierta decadencia”. Pero dejemos Europa y volvamos al tema que nos ocupa, o debería ocuparnos, aunque solo fuera por una razón práctica necesitamos que nazcan 280.000 niños al año, para que haya relevo de generaciones, y se abortan cada año120.000. Y, aunque “el Sr Rajoy lleva desde que empezó su gobiereno 160.000 abortos a sus espaldas sin que se le mueva el bigote”, entre todos podemos cambiar las cosas. Para sacar la vida adelante, en las leyes y en la práctica, se necesita mucho coraje porque la vida nos va muy grande a todos. Vuelvo a citar al cardenal Ratzinger: “.. me parece necesario volver a descubrir que también la esfera poolítica y económica tienen necesidad de una responsabilidad moral, una responsabilidad que nace del corazón del hombre y en última instancia tiene que ver con la presencia o ausencia de Dios. Una sociedad en la que Dios está absolutamente ausente se autodestruye. Lo hemos visto en los regímenes totalitareios del siglo pasado.”. Baste lo dicho, en un tema inagotable.
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