¿Dónde están?
Dónde están el “filósofo”, “misael” y algunos otros de los que me leen? Echo de menos sus alentadores comentarios. El no verlos es una buena ocasión para “rectificar la intención”: el blog debo escribirlo por Dios, con la esperanza cierta de que todo lo que se siembra se recoje. Y como sembrar, siembro. A mano viene respecto a esto de escribir y no ver más que nº de visitas - al menos cuando veo lo que escribo publicado en el periódico lo veo y lo palpo – encajar y dar curso a una oda al lector que escribió Soren Kierkegard. Cita que me regalo mi hijo Juan el pasado mes de marzo y que reposaba dulcemente en en el buzón de mi correo “Acepta, querido lector, te lo ruego, este homenaje. Lo hago con los ojos vendados, como si no estuviera alterado por el respeto a las personas; pero, por lo tanto, sinceramente. Quién eres tú, no lo sé; dónde estás, no lo sé; cuál es tu nombre, no lo sé. Sin embargo, tú eres mi esperanza, mi alegría y mi orgullo; inconscientemente tú eres motivo de honor para mí.”. A veces dudo sobre escribir sobre esto, aquello o lo de más allá y como consecuencia no escribo nada. Conviene, cuando en la escritura o en otro asunto nos pasa eso, echar por el camino de en medio: actuar porque la pereza está ahí como fiel compañera de nuestra vida. Lo mismo que no hay peor rosario que el que no se reza, no hay peor página que la que no se escribe.