13 mayo, 2012

Cuenta Tatiana Goritchéva, el 25 de enero de 1979: “El día de hoy ha sido capital para mí. ¡Es que tu me alimentas con tanta generosidad Señor¡ No hay para mí ningún límite en nada. Pero empecemos por el principio. Ante todo la confesión y la comunión. El enemigo me ha acosado tanto que he estado a punto de verme privada hoy de la comunión: ayer por la tarde después de haber comido abundantemente tuve una larga conversación intrascendente con una mujer desconocida y por este motivo no pude leer las oraciones preparatorias para la comunión. Me levanté esta mañana a las 5 y me dirigí,no se por qué a la cocina con el pretexto de terminar el café de la víspera pdero, después de haber cambiado de parecer, volví sobre mis pasos y si solo fuera eso…,también me da vergüenta escribirlo. Sin embargo , después de haber buscado la bendición de la santa mártir Tatiana, y de la toda pura, me presenté la última a la confesión. Era el archimandrita G. quien confesaba. Pero al fin la confesión se hizo y mi alma está abiuerta a Dios de par en par en toda su profundidad y los demonios del pasado no se atreveran de nuevo a atormetarme. Este monje, de rostro campechano, muy natural, me dijo sencillamente: “Sí, son grandes pecados.” Después me dijo que recitara cinco veces al día el “Alégrate llena dee gracia” acompañado de una gran postración y esto durante cuatro años. Hazme digna, Señor, de trabajar para Tí sin pereza como he trabajado antes para el demonio engañador. (…) Santísima Madre dee Dios, mi luz, mi esperanza, mi manto no me abandones, (“Nosotros soviéticos conversos”)