Pararse con la gente
Hace unos años era fácil al ir por la calle, pararse con la gente y cambiar unas palabras alegres, amables, oportunas.. de forma que, al cabo del tiempo,uno iba haciéndose amigos “a vuelta de esquina”. Lo mismo ocurría al coincidir, con alguien repetidamente en el mismo trayecto de autobús. Aquellos encuentros, fortuitos o no, “cada encuentro es una cita “ que decía Borges, eran humanos y podía dar mucho de sí. Hoy por la calle se va con prisa y en el autobús la gente enfrascada con el móvil y los jóvenes, que no van con bicicleta, aislados con casquitos. Deberíamos ser más comunicativos cara a cara, y no solo por las redes sociales con sus mensajes lapidarios. Nos estamos encapsulándonos, poco a poco, como la cosa más natural del mundo, siendo que desde los tiempos del Génesis - “no es bueno que el hombre esté solo”- el hombre es un ser social. Hace días, en el banco de piedra de “La Puerta de los Hierros” de la catedral, me regalaron una oportuna – para lo que vengo diciendo - hoja de calendario del 21 de enero de este año en la que la Madre Teresa de Calcuta, da cuenta esta frialdadde unos con otros, que nada tiene que ver con la discreción. Dice así: “La mayor enfermedad hoy en día no es la lepra ni la tuberculosis sino más bién el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos. El mayor mal es la falta de amor y caridad , la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, corrupción, pobreza y enfermedad”. Pues eso. (carta enviada a "Las Provincias")