La compañía de los libros
No puedo dejar de lamentar que la generación que me sigue – obsesionada por ordenadores, Ipad, móviles, máquinitas pueda perder la costumbre de leer libros,... Desde siempre al hombre y al niño le gustado oír y contar historias, se ha tranquilizado con ellas, ha aprendido, le han acompañado en su caminar formando por lo tanto parte de su vida. Recuerdo el verano que leí “Resurrección” y se la conté a mis hijos, en esa edad en que los niños escuchan atentamente a sus padres; el verano en “Siete Aguas” -¿Vamos “muchas aguas”? decía mi hijo Quino a los tres años - en el que por las tardes mi marido me leía en voz alta “Guerra y Paz”; el verano del Proust en el Pirineo francés…y tantos y tantos más. Leer, lo que merece leerse es viajar sin cansarse por el espacio y el tiempo. Digo sin cansarse, mientras se es joven, después se va cansando la vista. No hace mucho tuve un trastorno en los ojos que pudo ser serio, desde entonces: menos lectura y menos ordenador. Por eso me apena que los jóvenes pierdan un tiempo precioso que no dura siempre, la vista además de agradecerla, hay que aprovecharla. ¿Qué estoy leyendo ahora a otro ritmo? : “El velo de Verónica” de Gertrud von Le fort. Ésta obra y su continuación : “La corona de los ángeles” serán, Dios mediante, la lectura de este verano, como el verano pasado pasado fué “ Cristina la hija de Lavrans”, de Sigrid Undset y el anterior “El diario de la felicidad” de Nicolae Steinhardt. El disfrute de estas tres últimas obras se lo debo a mi amiga Maruja Sendra, una hada buena que Dios ha puesto en mi camino literario.
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