16 junio, 2012

De generación en generación

Siempre y cuando el hombre no olvide a su Hacedor, reza el Salmo, esperanzador y reconfortante: “¡Señor¡: Tu has sido nuestro refugio de generación en generación”, Y en no olvidar esto, tienen parte fundamental los abuelos, porque hoy, a ellos compete, en buena parte, la educación de sus nietos. La siembra con los hijos, a más o menos profundidad, la hiciero ya, y dará su fruto aunque tarde en llegar. Decía Pedro Juan Villadrich: “lo sembrado a los siete puede fruto a los setenta y siete”. Hay abuelas hay que visto lo visto y no contentas con lo que dejaron desembrar en sus hijos, están firmemente decididas a subsanar la omisión con los nietos. Una de éstas, que ofrece su larga y penosa enfermedad por la conversión de hijos y bautismo de nietos, me contaba satisfecha que uno de ellos, de seis años, al ver que alguién estornudaba, dijo: “¡Jesús¡”. El padre del niño, que tira al monte como el suyo, le adoctrinó: “¡también se puede decir “¡salud¡”. El niño, ni corto ni perezoso, contestó: “yo prefiero decir ¡Jesús¡”. Lo entendí, porque a mi me ocurre algo parecido: cuando alguién me dice: “¡Que tenga un buen día¡ ”, lo agradezco, pero me entran muchas ganas de contestarle: “¡quedad con Dios¡”. En “El velo de Verónica” dice Janette a Edelgart: “ ¡No te atormentes tan lastimosamente¡ ¡El sino de la “petite” no está en las débiles manos de tu cuñado, sino en las manos de Dios¡ y también un poco por cierto en tus propias manos…” Es un alivio. (Carta enviada a "LAS PROVINCIAS")