09 junio, 2012

Con Ella

Como algunos que me leen saben, no soy valenciana, soy baturra. Aunque vivo en Valencia desde los seis años. Sinceramente, no creo que una valenciana pudiera escribir “El rastro”. Quizá por aquello que dice esa jota que cantaba mi madre: “Que sería un baturrico / sin la cabecica atada / si aún llevandóla atadica / dice las cosas tan claras”. Van dos días que me despierto a las cuatro y cojo el ordenata. No quisiera que esto quedase en costumbre. Me despierto, me levanto, como algo, rezo un rosario a la Virgen – mirando la talla que me regaló mi hermana Carmen y que está en una esquina de mi cuarto de estar, sobre una columna corintia e iluminada por el gran quinqué de plomo que heredé de la tía Elisa – y agarro el ordenador que despereza lentamente su “Windous 95”. Tan lentamente que me da tiempo, mientras lo hace, a rezar un “Acordaos” a la Virgen, a veces dos, por quienes me leen. Es hermoso - y seguro que eficaz - rezar un rosario de mnadrugada uniéndose a tantos monjes y monjas que en el mundo a esa hora está salmodiando en el coro. Hoy mientras me levantaba me ha venido a la cabeza canturrear el himno a la Virgen del Pilar: “Virgen santa, Madre mía / Luz hermosa, Claro día / que la tierra aragonesa / te dignaste visitar…”. Los aragoneses, además de valientes, sinceros, tenaces y rudos, somos poetas ¿No es hermoso llamar a la Virgen “Claro día”? Estoy muy orgullosa de mi tierra aunque quiero a Valencia cion toda el alma, y también me sé en valenciano, el himno a la Virgen de los Desamparados. Me lo copió en un valenciano perfecto, Helena Reginard Ferrandis, la primera de la clase, cuando las dos teníamos catorce años. Me voy a la cama, seguro que me duermo. Buenas noches