23 febrero, 2006

Antes de la caída del muro de Berlín

En “Nadiezhda”significa esperanza” (Testigos rusos de la fe en nuestro siglo), libro publicado en 1988 por la editorial Herder, Tatiana Góricheva reproduce una antología de textos sacados de la revista clandestina “Nadiezhda”. Los textos mecanografiados se componían en Moscú, pasaban luego de contrabando a Occidente, se imprimían en Francfort y – de nuevo por vías complejas e ilegales – volvían a Rusia en grandes tiradas. He elegido un fragmento del libro que habla sobre el tiempo porque expresa, mejor de lo que yo nunca hubiera podido hacerlo, algo que siempre he creído:

“ Hay una profecía de Ezequiel en la que Dios hace revivir unos huesos secos (Ez.37,5); ha llegado el momento de que se cumpla esta profecía. Un medio de devolver su “humedad” a nuestras almas secas es el expresivo año litúrgico, con sus múltiples fiestas (acontecimientos). Fluye aquí no el tiempo homogéneo y gris del hombre que alternativamente trabaja y se divierte sin sentido, sino el tiempo único y singular de lo sagrado y de la historia santa, una historia que no está en modo alguno acabada, que sigue siendo escrita por el pueblo fiel.
Al leer en “Nadiezhda”, las cartas enviadas por sacerdotes desde el destierro, puede comprobarse que, pese a las – cuanto menos- difíciles circunstancias, la fiesta eclesial puntúa la vida de los exiliados, la ensancha y a la vez la ancla sólidamente. El sosiego triunfal del tiempo de Dios contrasta con “el hipertiempo” de nuestro siglo.”

Muchas veces mis días se ven acompañados por el recuerdo de la festividad de un santo, cuya vida conozco. Cuando ocurre, es como una “carta de casa” que me ayuda a
comprender el “puzzle” de mi vida. Pondré un ejemplo: un 22 de febrero, festividad de la Catédra de San Pedro, recibí la primera carta de quien luego sería mi marido. Muchos años después, un 22 de febrero, éste sacaría su Cátedra de universidad.

19 febrero, 2006

Vega

Ha nacido mi nieta Vega. ¿Qué será de ésta niña?, fue casi la primera cosa que pensé al ver su carita redonda y sonrosada. Qué esperará Dios de ella al traerla al mundo. Porque lo cierto es que es Él, el que aquí nos desembarca ( “Yo no sé como Dios te tejió en mis entrañas” decía la madre de los Macabeos dirigiéndose al último de sus hijos). Y cuando lo hace, nos tiene preparada una misión de cuyo cumplimiento, aún con borrones y tachaduras, dependen cosas estupendas que unas veremos aquí y otras en la otra ribera. Vega ha llegado a éste mundo rodeada de mucha oración. Envuelta en ella, como en una nube. El nacimiento de Vega me preocupaba: una segunda cesárea , cuando hacía poco tiempo de la otra. Así es que me dediqué a allegar cuanta oración pude de mis muchas buenas amigas, entre las que tengo el privilegio de contar a las Carmelitas Descalzas de Caudiel. Recientemente he leído un libro de Jose Luis Olaizola: “De vuelta a Roma a través de Filipinas”, en el que con, estilo familiar y desenfadado nos cuenta una serie de experiencias habidas en sus encuentros con la “buena gente” que va conociendo por el mundo. Entre ellas habla de como el Padre Alfonso de Juan, misionero jesuita, lleva cuarenta años en Tailandia luchando contra esa vergüenza de nuestro mundo que supone el empleo de niños en el llamado “turismo sexual”. El padre Alfonso, para rescatar a esos niños, se dedica a captar becas de cien euros, que cubren un año de escolarización, vestuario y alimentación. En España hay una cuenta abierta desde la que se le han enviado cientos de becas. Si se desea colaborar, puede hacerse a Cajamadrid, cuenta “Somos uno”, 2038 2405 31 60001922025. Ayudar con la oración también vale.

15 febrero, 2006

Más de la la Madre Teresa

Sorprendido Martín Descalzo de la dulce sonrisa de la Madre Teresa que parecía imposible ante tanta miseria, la Madre Tersa le respondió:

“Mi alegría es la alegría de conocer a Cristo. Es un privilegio, un honor servir a Cristo bajo el disfraz del dolor de los más miserables. Por eso doy gracias a Dios y a los pobres por aceptar nuestro amor. Nuestras casas no son hospitales ni mis hijas son enfermeras o asistentes sociales, son casas donde se ama a quien todos rechazan y donde se enseña que Dios les espera con unamos infinitamente grande”. También recordaba que, a su juicio, uno de los pecados de hoy en día es el de “no tener tiempo de sonreír”.

La Madre Teresa de Calcuta murió el 5 de septiembre de 1997. “Oh, Dios, oh Dios” fueron sus últimas palabras. Al regresar del viaje Papal a la India, Paloma Gómez Borrero preguntó a Juan Pablo II: “Santidad, ¿cuándo harán santa a la Madre Teresa?. Y me respondió: “¿Santa? La Madre Teresa ya lo es”.

Cuantas cosas grandes hemos visto, los que ahora vivimos.

11 febrero, 2006

Teresa de Calcuta

En un libro de Paloma Gómez Borrero “La Alegría” he encontrado estos textos de la Madre Teresa de Calcuta, quien no necesita ser abonada. En muchas de sus casas hay un cartel que reza así:

Señor, dígnate habitar en esta casa.
Concede a quien llega tu Alegría;
a quien mora, tu Paz;
a quien se va tu Bendición.

Esto de los carteles en los umbrales de las casas religiosas tiene su fuerza y su encanto.
Recuerdo, lo oportuno que me resultó, la primera vez que visité un convento de Carmelitas Descalzas, el encontrar en el zaguán un cartel de madera escrito con letras
negras un cartel que decía

Quien a Dios tiene, nada le falta.
Solo Dios basta.

Había también otros textos de Teresa de Jesús igualmente interesantes.
Cuando Monseñor Pío Laghi, uno de los mejores apoyos de Teresa en el Vaticano, le preguntó un día con una sonrisa:
- Cuando llegue al cielo, ¿qué le va a decir a San Pedro?
- Espero que me acoja, pero me va a reñir por haberle llenado el cielo de pobres.
- -¿Tantos le ha llevado?
- Al menos cincuenta mil he despedido, con el billete de entrada en la mano listo para entregárselo a San Pedro.

Me dejo en el tintero cosas que sobre la Madre Teresa quiero contar.

06 febrero, 2006

Al día

Reanudo la escritura tras unos días de retiro espiritual: 31 mujeres (de todas las edades, hasta una mamá con su bebé que cumplía un mes ese día: María que nació el 30 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia) repartiendo el día entre una rezada intensa, buena lectura, meditaciones sobre los novísimos - ¡que poco se piensa en ellos¡ - y la vida del Señor y, por supuesto misa, rosario y vía-crucis diario. Un espléndido maratón del que se sale con energías para una buena temporada. Y para que no quede la información truncada diré que esos ejercicios que siguen la pauta en la elección de temas en los que inventó San Ignacio de Loyola, los organiza casi sin parar en muchas partes del mundo, la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei.
A esto de que son como los de San Ignacio, José Luis Martín Vigil, autor de libros, de grata memoria, que muchos leímos en nuestra adolescencia y estoy pensando en “La vida sale al encuentro” se opondría rápidamente diciendo que los ejercicios de San Ignacio duran un mes y no poco más de tres días. Lo sé porque lo dice en un magnífico libro suyo: “San Ignacio de Loyola”. Pero claro, ni el siglo XXI es el XVI, ni las madres de familia pretendemos ser jesuitas, ni viajamos a pie como San Ignacio (que lo hacía así porque así lo hizo Cristo, salvo la entrada en Jerusalén en borrico) de vasconia a Manresa, de ahí a Salamanca, de Salamanca a París, de París a Venecia y de allí a Roma. Y todo eso con su pierna que, después de operada varias veces sin anestesia
quedó coja de la herida recibida en el sitio de Pamplona. Sitio éste que le cambió de sitio en la vida y le hizo mudarse en Caballero de Dios, en lugar de Caballero de Príncipe alguno.
Espero que Martín Vigil quedaría contento si estas cosas leyera.