06 febrero, 2006

Al día

Reanudo la escritura tras unos días de retiro espiritual: 31 mujeres (de todas las edades, hasta una mamá con su bebé que cumplía un mes ese día: María que nació el 30 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia) repartiendo el día entre una rezada intensa, buena lectura, meditaciones sobre los novísimos - ¡que poco se piensa en ellos¡ - y la vida del Señor y, por supuesto misa, rosario y vía-crucis diario. Un espléndido maratón del que se sale con energías para una buena temporada. Y para que no quede la información truncada diré que esos ejercicios que siguen la pauta en la elección de temas en los que inventó San Ignacio de Loyola, los organiza casi sin parar en muchas partes del mundo, la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei.
A esto de que son como los de San Ignacio, José Luis Martín Vigil, autor de libros, de grata memoria, que muchos leímos en nuestra adolescencia y estoy pensando en “La vida sale al encuentro” se opondría rápidamente diciendo que los ejercicios de San Ignacio duran un mes y no poco más de tres días. Lo sé porque lo dice en un magnífico libro suyo: “San Ignacio de Loyola”. Pero claro, ni el siglo XXI es el XVI, ni las madres de familia pretendemos ser jesuitas, ni viajamos a pie como San Ignacio (que lo hacía así porque así lo hizo Cristo, salvo la entrada en Jerusalén en borrico) de vasconia a Manresa, de ahí a Salamanca, de Salamanca a París, de París a Venecia y de allí a Roma. Y todo eso con su pierna que, después de operada varias veces sin anestesia
quedó coja de la herida recibida en el sitio de Pamplona. Sitio éste que le cambió de sitio en la vida y le hizo mudarse en Caballero de Dios, en lugar de Caballero de Príncipe alguno.
Espero que Martín Vigil quedaría contento si estas cosas leyera.