De "En labelleza ajena " de Adam Zagajewski
Ahora, por supuesto, se que debería haberme acercado a él,
quebrar la barrera de extrañeza colocada de forma artificial entre
generaciones, que debería haberle pedido una entrevista, porque eso le habría
infundido valor e inspirado un poco de ánimo, al comprobar que, pese a todo,
aquellos estudiantes jóvenes que corrían por las escaleras con insólita
velocidad algo sabían, sin embargo, de él, de sus amigos, de la desesperación
de Witkacy (…)
Escalaba diariamente por la escalera demasiado empinada
llevando pesadas bolsas de la compra, con las patatas y la col, y tenía que
permitir- y resignarse a ello- que
hubieran hecho de él casi un ejemplar de circo ambulante, el hombre mono, la
mujer barbuda, alguien que, contra su voluntad, estaba expuesto a la hostil o
burlona mirada de la generación joven, obligado a mostrarse ante la multitud
indiferente en su indefensión, con su abrigo gastado, en la fealdad de su obesa
vejez. Debería haberme acercado a él, tal vez habría dejado de temernos y quizá
su soledad habría encontrado un poco de alivio. (…) Nunca me acerqué al viejo
profesor, nunca entable conversación con él; lo hago ahora al cabo delos años,
cuando yo mismo ya no soy joven: demasiado tarde.