Lecturas de verano
Ayer acabé de leer un gran libro: “Antes del fin” de Ernesto Sabato. Es su testamento espiritual.
Un hombre, proclive a la depresión y que de joven pensó en el suicidio escribe, ya de anciano, a los jóvenes para con sus líneas ayudarles a vivir : “ También yo quise huir del mundo. Ustedes me lo impidieron, con sus cartas, con sus palabras por la calle, con su desamparo.” Nos cuenta cosas que todos sabemos. QUE EL QUE ESCRIBE, EL QUE PINTA, EL QUE COMPONE MÚSICA, NECESITA HACERLO, ES SU TERAPIA, “¡ Cuántas veces hundido en negras depresiones, en la más desesperada angustia, el acto creativo había sido mi baluarte ¡” pero es también la terapia de los otros, de los que leen, de los que miran, de los que oyen. “Te hablo a vos, y a través de vos a los chicos que me escriben o me paran por la calle, también a los que me miran desde otras mesas en algún café, que intentan acercarse a mí y no se atreven...” Es hermoso ese abrazo entre unos y otros.
Leyendo ese libro, vamos sabiendo lo que fue su vida, lo que fueron sus ilusiones y sus penas: la muerte de su hijo Jorge Federico. Pero ante ella supo que “ninguna obra nacida de mis manos me podía aliviar, y me pareció hasta mezquino que intentara distraerme, o aún pintar o escribir algo”. Y se refugia como no en las grandes lecturas: “El sufrimiento es la superioridad del hombre sobre Dios. Fue necesaria la Encarnación para que esa superioridad no resultara escandalosa” (simón Weil). “Donde hay dolor hay un suelo sagrado” (Oscar Wilde) y nos dice y que verdad tan grande es : “ ..nos salvamos, una y otra vez, sobre todo por las mujeres; porque no solo dan la vida, sino también son las que preservan esta enigmática especie.”
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