novela: "La casa de los siete tejados"
“La casa de los siete tejados” es el título de una novela que he empezado y contribuye a alegrar mi vida, de momento. No porque sea especialmente alegre sino por el descanso del alma que supone leer una buena historia de r alguien que sabe contarla, aunque quizá con un estilo demasiado discursivo. La novela distrae, aunque se agradecería algo menos de intensidad en el aspecto lugubre de la casa, verdadera protagonista de la historia y que tiene algo de autobiográfico. El que ésta, esté vinculada a un jardín con gran olmo, enredadera de rosas rojas con pulgón, fuente con leyenda, huerto con calabazas y gallinero,en que viven famélicos el gallo “Cantaclaro” y dos gallinas y que además sea una casa familiar en la que han vivido generaciones siempre resulta evocador. Porque ¿quién no ha conocido al menos la casa que los abuelos tenían en el publo, ha subido al desván a explorar y ha conocido en ella, durante los veranos, una galería de tipos sobre los que le hubiera gustado escribir o recordar? Así han vuelto a mi mente a mi memoria, allá por el año 1955, la estampa de Don. Ignacio, el arrogante, y quizá non santo – malas lenguas decían que se entendía con Doña María, la maestra - veterinario de Samper, siempre acompañado de su gran perro “Sultán”, marido de la insignificante y triste Doña Patro, que tenía una tienda en el recodo de la “cuesta de Azaila”, provista de rampa a la puerta, siemre con algún crío del pueblo deslizándose por ella. Don. Ignacio y Doña Patro no tenían hijos y eran amigos “inevitables” de mis tíos Pilar y Luis que tampoco los tenían. Con ellos pasábamos los veranos. Aunque Don Luis Bueno - Médico del pueblo- y que hacía honor a su apellido tocando el armonio ewn la Iglesia y siendo muy amigo del bendito Monsén Jesús – que nos hacía a las niñas en agosto ir a misa con calcetines y manga larga - nunca tuvo simpatía a Don Ignacio ¿Cómo no iban a tratarse en un pueblo el veterinario, el médico, el farmacéutico y el cura?..Bién, el caso es que “La casa de los siete tejados” de Nathaniel Hawthorne, considerado el primer gran novelista norteamericano y un magistral intérprete de las tradiciones de Nueva Inglaterra, según reza la contraportada, está bellamente editada por Rialp. Y de lo que va de las primeras líneas de esta entrada a las últimas, me la he leído enterita y no he perdido el tiempo con ello.
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