Con la mirada baja
En trayectos de autobús, esperas en los hospitales, en los tiempos muertos puede verse, y algunos lo lamentamos, que hombres y mujeres pasen mucho tiempo con la mirada baja. Se concentran jugueteando con el móvil. Antes se veía a alguno que otro absorvido por un libro, con riesgo de pasarse de parada. Sé de quien leyó “Los Novios”de Manzoni, empalmando trayectos del Metro madrileño. Como sé de un sacerdote que escribió un libro estupendo. “La Virgen nuestra Señora” utilizando, según dijo, “colillas”, de tiempo; entre trabajo y trabajo. Hoy el panorama es otro, pero a mí me sigue apenando la casi habitual la vista baja de mis congéneres. Como también, ver a muchas mujeres salir de casa con sus gafas de sol oscuras, encasquetadas, aunque el día esté completamente nublado. La mirada de los otros: amable, preocupada, triste o chispeante es algo importante para sentirse vivos. Ocultar la mirada, no es un dato baladí para la convivencia. Algunos recordamos esa canción mejicana, que decía: “¡Qué bonitos ojos tienes, debajo de esas dos celas¡ / debajo de esas dos cejas, qué bonitos ojos tienes.., ” y aquella española que piropeaba: “De tanto mirar al cielo, tienes los ojos azules..” En fín, otros tiempos. Pero, sin nostalgia, y haciendo un quiebro, creo que cuando oímos en los medios, por activa, pasiva y perifrástica que “aquellos tiempos, eran tiempos grises”, quienes así hablan o han perdido la memoria, o no dicen la verdad.
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