06 noviembre, 2011

Testimonio de San Cipriano

San Cipriano, nacido en el año 200 probablemente en Cartago, dice hablando del hombre nuevo y de su conversión:

“Cuando yo me encontraba sumido en las tinieblas y en la noche cerrada bamboleándome y fluctuando en el mar agitado del mundo, lleno de dudas en pos de las señales perdedoras, ignorante de mi propia vida, extraño a la verdad y a la luz, me parecía que según era en aquel momento mi modo de vida había de serme sumamente difícil y duro lo que la misericordia divina me prometía para mi salvación, a saber, poder renacer de nuevo y con el lavatorio del agua salvadora “comenzar una nueva vida”, deshaciéndome de todo lo de antes y cambiar el modo de sentir y de entender del hombre cristiano, aunque el cuerpo permaneciera el mismo.

¿Cómo puede ser posible, me decía, una conversión tan grande, por la que de repente y en un momento se despoje uno de aquellas cosas congénitas que han adquirido ya la solidez de la misma naturaleza, o de aquellas cosas adquiridas desde hace mucho tiempo y que han arraigado y envejecido con los años?

Esto pensaba yo muchas veces dentro de mí pues yo mismo me encontraba enredado en muchos errores de mi vida anterior, y no pensaba que pudiera llegar a despojarme de ellos.. Pero cuando la suciedad de mi vida fue lavada por medio del agua regeneradora, una luz de arriba se derramó en mi pecho ya limpio y puro. Después que hube bebido el Espíritu celeste, me encontré rejuvenecido con un nuevo nacimiento y hecho un “hombre nuevo”: de manera milagrosa desaparecieron de repente las dudas, se abrió la cerrazón, se iluminaron las tinieblas, se hizo posible lo que antes parecía imposible…”
(Ad Donatum, 3)

Sacado de “Fe y vida”, el libro de Religión de mis hijas en 7ª de E.G.B, impreso en 1981