25 octubre, 2011

El “galán de noche” y la calabaza asada

Mi hija Marta me trajo del mercadillo una maceta de “galán de noche”. La maceta era pequeña, pero la planta, con su caña, de una considerable longitud. “Para que la trasplantes – me dijo – ya verás como por las noches da un aroma embriagador”. Marta va habitualmente en bicicleta y prefiero no pensar como pudo arregárselas para traérmela. Creo que puedo decir con orgullo que todos mis hijos – cada uno a su modo - saben querer. Yo también sé querer, porque mi madre y mi padre me quisieron. Así va la cosa. En esa transmisión de cariño – que condicionará la seguridad y el optimismo de una persona – el papel de la madre es fundamental. Por eso me subo por las paredes al constatar el poco tiempo que una madre puede estar con sus hijos por el trabajo profesional de ésta. Una de las lacras de nuestro tiempo es el no tener claro que estamos hechos para querer, y no para amontonar. La crisis nos puede ayudar a clarificar muchas cosas.

Marta me trae del mercadillo: bolsos, camisas.. hasta unos estupendos pantalones Lewis Straus. Es algo que yo agradezco, pero ayer me encontró desfondada y me salió la vanidad y el mal humor: “¡No me traigas bolsos del mercadillo, pesan y a los setenta años ya tengo edad de llevar bolsos buenos¡.” Me arrepentí, de esas palabras, que dichas en otro contexto, y con otro tono, podían haber sido válidas. ¿Cuándo aprenderé que cuando por la razón que sea una está triste o resentida el silencio es la única vía de escape, hasta que escampa la tormenta?

¿Y la calabaza asada?. A las nueve de la noche, me encontré con mi vecina de arriba en la frutería: “¡ Hay que ver cómo aprovechamos el tiempo”, le dije, por hablar de algo. Sonrió – sonríe habitualmente - y contestó: “ Pués a mí aún me queda: hacer los deberes con Paco, hacer la cena y tender la lavadora..”. Tiene marido y seis hijos y es profesora de Religión con un horario apretado. Se llevó un buen trozo de calabaza asada. Comenté que a mi me gustaba, pero la encontraba cara. Al poco de llegar a casa, bajó uno de sus hijos, trayéndome la mitad de la calabaza que había comprado su madre. Ahora Sonreí yo, con el corazón. Su gesto me gustó todavía mucho más que la calabaza.

1 Comentarios:

At 25 octubre, 2011 19:48, Anonymous Anónimo escribió...

Rosa,

Una frase que me encanta de una "cortinilla" de un programa de radio intereconomia es:

"El gran reto de la humanidad es poner la inteligencia al servicio del amor", del doctor D. José Miguel Gaona.

Y es que claro, la inteligencia se pone al servicio, muchas veces, de casi todo y solo un poquito del amor.

Un admirador.

 

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