10 noviembre, 2011

La Jorja

Me he despertado a las cuatro pensando en “la Jorja”. Hasta he visto bién su cara. La Jorja era la mujer del Jorge. El barbero de Samper de Calanda. Vivían arriba de la barbería, en la Plaza de España, al lado del Ayuntamiento, pintado de azulete y con un gran reloj en la fachada. Muy cerca de la calle del Generalisímo – comunmente llamado “El Altero” - donde vivíamos nosotros. En el pueblo, “le perdonaban la vida” : iba más moderna de lo que tocaba y se había criado en un hospicio. Tendría yo alrededor de los trece, cuando, en la barbacana de la Plaza de la Iglesia, hablé un ratito con ella. Me contó que en su viaje de novios había estado en Valencia – nosotros viviamos allí -,y se habían hospedado en la “Pensión Alcañiz”, cerca de la Estación del Norte. Calibré lo cutre del asunto: mira que casarse para irse de viaje de novios ahí…

¿Por qué me he acordado de ella? Quizá porque me acosté releyendo papeles viejos y dí con unos apuntes tomados “Retratos de españoles” que hablaban de Baltasar Gracián, que también era aragonés.No sé de quienes hablaba Gracián, cuando dijo: “ Fueron dignos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre. Y si éste no es su siglo muchos otros lo serán” y también aquello de “ Oh¡ alabanza que siempre vienes de los extraños. Oh¡ desprecio que siempre llegas de los propios”.

El jesuita aragonés, fue descubierto por los alemanes: Gothe, Kant, Schopenhaue. Nietzche dijo de él: “Europa no ha producido nada más finoi ni más complicado en materia de sutileza moral”.

Total, que me apetece leer “El Criticón”. Y que este rato, de escritura entre dos sueños, lo ofrezco por el eterno descanso de la Jorja, el Jorge y Gracián, porque estamos en el mes de noviembre, y toca rezar por los difuntos. En el retiro de ayer, el sacerdote nos concienció bien de lo que podemos ayudar a las almas del purgatorio con nuestros sacrificios y oraciones. No importa que el difunto pertenezca al origen de los tiempos, Estos son cosa nuestra, no de Dios. Él ya vió, cuando convenía, nuestra oración. O por mejor decir: ve. Porque para Él, todo es un etermo presente, según creo.