01 junio, 2011

Niños

Estar con ellos es un privilegio. Descansa el corazón. Además ellos necesitan nuestra compañía, el niño sabe que el cariño es lo más importante del mundo y todo está montado para que el tiempo que les dediquen los padres, y sobre todo sus madres, sea minímo. Una muestra más de que el estado es enemigo del hombre. Pero no iré por ahí, contaré cosas de niños:

Una madre de familia trataba de hacer, con “Camino”, su rato de oración diario. Su hijo de seis años no dejaba de interrumpirla – a veces hay que hacer la oración como se pueda – Como no podía concentrarse le dijo a su hijo: “ Mira, vamos a hacer una cosa : yo leo un trocito de este libro y los dos pensamos un poquito sobre ello, y luego con otro trocito”. La madre leyó: “Quien se ha levantado de la mesa sin haber hecho una pequeña mortificación, ha comido como un pagano”. El niño preguntó: “mamá, ¿qué es mortificación?”. La madre se lo explicó - espero que no haya que explicarlo aquí también -. El niño continuó : “mamá, y ¿qué es un pagano?” la madre volvió a explicar. El niño sacó su conclusión con rapidez “mamá, llevo seis años comiendo como un pagano.”. Es una anécdota muy expresiva de lo que es educar, de lo que es formar gente con criterio. Es esa convivencia larga de madre e hijo es el trabajo más interesante que puede realizar una mujer. En ella se educan en profundidad ambos. Se que hoy decir esto no está de moda, pero no deja por ello de ser verdad. El niño de la anécdota, a los seis años, había hecho oración mental, había sido capaz de enjuiciarse a sí mismo. Los niños nos enseñan, nos acompañan, nos hacen volver a ser niños. No escatimemos el tiempo de estar con ellos. Además, si lo hacemos ahora, luego hijos y nietos, nos acompañaran.