Y tú, ¿de qué te arrepientes?
Ayer tomé un café con Patricia. Lo pasé bien. Patricia sabe escuchar. La conozco desde niña y podría ser mi hija, Me contó que en una tertulia de amigos, alguien dijo: “ A ver,¡ una pregunta rápida¡ - e iba señalando a cada uno - ¿Te arrepientes de algo en tu vida?”. La respuesta debía ser inmediata. Todos dijeron que no se arrepentían de nada. salvo uno que contestó: “ Sí, de haberme casado con mi mujer, porque hay que ver lo mal que ha acabado todo”. Alguien le hizo notar que gracias a ese matrimonio tenía dos hijos. Y es que en definitiva, todo es para bien si se sabe mirar. Pero la anécdota, da para más. Habla de la curiosidad de la gente por vidas ajenas, de la necesidad vital de confesarse - decía Santa Teresa que “todas las almas necesitan un desaguadero”- y quizá también del “defendella y no enmendalla” de quienes no solo ante los demás, sino
ante si mismos, no son capaces de arrepentirse de nada.
Cuando el confesarse y arrepentirse no se hace ante un sacerdote, se acaba haciendo en la televisión, en una tertulia, o ante un psicólogo. Las diferencias, lógicamente son notables. Ante el sacerdote, - llevan veinte siglos oyendo miserias, deseos, y sueños, así que psicología no les falta - el hombre recupera su grandeza y su dignidad y sale nuevo. En los otros casos, lo probable es que uno salga escocido, triste o al menos con la cartera aligerada.
(Carta enviada a "Las Provincias")
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