La ruina
Estos días se cumplen ocho meses, 5 de julio del 2010, de la triste ley que permite el aborto libre a chicas de dieciséis años. El que las leyes no induzcan al bien, prohibiendo el mal, sino que sancionen la legitimidad de éste, es algo a lo que no debemos acostumbrarnos. Cuando con ese mal se trata de segar la vida humana, en su fuente misma: el seno materno, además de hacer valer nuestras palabras ante la sociedad y ante quienes nos gobiernan, ha llegado el momento, para los que tienen fe, de dirigirlas a Dios. Ha llegado el momento de rezar. Para que Él, que dio vista a los ciegos, cure la ceguera de un mundo que es incapaz de ver lo elemental: que la principal riqueza de un país son sus hombres y que no se va más que a la ruina, primero moral y luego económica, cuando se quebranta el quinto mandamiento de la ley de Dios:“No matarás”
La ruina económica, de la que tanto se habla en las mesas redondas que nos ofrece continuamente la televisión, es consecuencia de la avaricia de unos pocos, del hedonismo de muchos, de la pobreza mental de un mundo plano que ha perdido el norte – o es manejado por quienes tratan de dominar al hombre - . La ruina económica es consecuencia, en definitiva, de la ruina moral del hombre. ¿Tan difícil es esto de ver.? Es hora de despertar del sueño, de proteger a nuestros hijos frente a la manipulación que se quiere ejercer sobre ellos. Es hora de ser valientes.
(carta enviada a "Las Provincias")
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