16 febrero, 2011

Hildebrand, luchador incansable contra el nazismo

Nos cuenta Alice von Hildebrant en el libro su marido:
Conocedor de lo difícil que era para los católicos practicantes en Alemania continuar siendo inmunes al espíritu de los tiempos, Dietrich decidió escribir a sus amigos íntimos que había dejado en Munich, avisándoles de los peligros a los que diariamente se exponían:

“ Es totalmente irrelevante el que por razones políticas, el Anticristo (léase Hitler) no se enfrente por ahora a la Iglesia y que firme un concordato con el Vaticano. El problema crucial es el espíritu que lo anima, la errónea doctrina que siembra, los crímenes que comete. Las acciones criminales ofenden a Dios con total independencia de que la víctima sea un judío, un socialista o un obispo. La sangre inocente clama al cielo. El antagonismo absoluto, infranqueable existente entre la filosofía nazi y la Iglesia se encuentra en el racismo del primero, en su sistema totalitario, en su ideología anticristiana y el perverso carácter de este ideario que de ninguna manera disminuye porque Hitler haya firmado un concordato con el Vaticano, un documento legal que él pisoteará tan pronto como lo crea conveniente.”

Y digo yo: el amigo Hildebrand tenía nariz católica. Algo que tendremos todos si nos preocupamos de luchar por ser fieles al evangelio. “Las vemos venir” y no nos darán gato por liebre. Cuando en el 82 vino el socialismo a España, tuve la suerte de estar alertada contra las raíces marxistas de un socialismo que quería pasar por inofensivo. Me dio bastante pena que personas – buena gente – cercanas a mi familia, por incautos, cayeran en él.
Ya vemos a lo que ha llegado.

En realidad nazismo y comunismo no se diferencian mucho: son sistemas totalitarios que no respetan la dignidad del hombre, y no la respetan porque no aceptan a Dios en su triste ideología. Que no puede menos que ser una ideología de muerte