17 febrero, 2011

Que yo diga ahora...

Que yo diga ahora que la lectura del Eclesiastés es sabrosa como pocas – Maribel, cerca de los ochenta, madre y abuela sabia, la frecuenta y recomienda - puede sonar, por sabido, a una majadería. Pero lo cierto es que me he despertado a las 5 y media y me he dicho: “ tomaré un vaso de leche caliente, y me levanto a escribir.”. Luego, quizá porque a noche
en “La 1” salió un atractivo fraile de clausura que nos enseñaba su convento, y por tener reciente la magnífica película “De dioses y hombres” - cuyos protagonistas son monjes cistercienses - me he dicho: “a estas horas muchos frailes y monjas de todo el mundo están en el coro alabando a Dios así que, unida a ellos, voy a hacer un rato de oración. He cogido la Biblia y he abierto al azar. Me ha salido el Prólogo de la segunda parte del Eclesiastés:

“ Más vale el renombre que óleo perfumado; y el día de la muerte más que el del nacimiento. Más vale ir a casa de luto que ir a casa de festín; porque allí termina todo hombre, y allí el que vive, reflexiona. Más vale llorar que reír, pues tras una cara triste hay un corazón feliz. El corazón de los sabios está en la casa del luto, mientras el corazón de los necios en la casa de la alegría. Más vale oír reproche de sabio, que oír alabanzas de necio.”

Y digo yo, de mi cosecha, respecto a éste último punto que dice: “Más vale oír reproche de sabio..” No se si es del Quijote pero desde luego es de un clásico aquello de: “Si el sabio reprueba, malo. Si el necio aplaude, peor”. El parentesco de esta frase con la Escritura es evidente. Los clásicos se han apacentado de ella por eso su lectura resiste los siglos. Y un par de versículos más: “El halago atonta al sabio,” – todos conocemos ejemplos – “y el regalo pervierte el corazón”, también los conocemos.

En fin.. me voy a la cama a ver si saco algún ratillo más de sueño.