05 octubre, 2010

La fe del carbonero

Cuando era niña se oía a veces la frase: “Ese tiene la fe del carbonero” a propósito de quienes tienen fe, sin intentar, como sería lógico, que ésta, esté apoyada, sin tomarse la molestia de profundizar en ella. Sobre esto he encontrado unas líneas de Pilar Urbano en “El hombre de Villa Tevere” que me propongo compartir:

“Cuando se dice que “el Opus Dei es una gran catequesis”, se está diciendo - y no es cosa menuda – que cualquier persona de la Obra (médico, futbolista, catedrática, vinatero, periodista, cantante de ópera, ama de casa, taxista…) ha dee poder dar a sus iguales una noticia atractiva y clara, muy clara, de Dios. O sea a de poder dar razón de qué de su fe, del quién de su amor y del porqué de su esperanza.
“ En el Opus Dei no se funciona con el “ir tirando”mínimo de “la fe del carbonero”. Hasta el carbonero tendrá que coger un libro. Y el mismo talento, poco o mucho, con que se maneja un negocio de compra y venta de cisco, de leña y de carbón, lo aplicará tambien a conocer las verdades fundamentales del credo católico. Por qué ha de haber “castas” en el conocimiento de la fe? Por qué los diversísimos “carboneros” del mundo han de tener una piedad analfabeta, sin argumentos de razón, una religión a espasmos de emociones, una moral a ojos cerrados y sin asiento de recia doctrina?”

Reconozco que me ha empujado a copiar estas líneas, el hechizo que los carboneros ejercieron sobre mí de niña: con sus montañas de cisco y de carbón de hulla y de otra clase que era más barata que el de hulla y cuyo nombre no recuerdo, con su rostro y sus manos tiznadas.. Y lo importante que era que viniera a casa con el saco de piñol para poder encender el brasero a cuyo calor nos reuníamos todos.