25 septiembre, 2010

San Felipe Neri

La primera noticia que tuve de San Felipe Neri fue una frase suya, llena de sabiduría y buen humor: “Señor, te doy gracias porque las cosas no son como a mi me gustaría”. Por ella me cayó simpático.

Luego mi nieto Alejandro nació un 26 de mayo, día de su fiesta, y Pedro, ahijado de bautismo hizo su primera comunión, también ese día de otro año. Hace poco he conocido a Virginia que le tiene devoción, se llama Virginia Felipa, y está encantada con su segundo nombre.

Hay noticia de San Felipe Neri, en “Don Bosco y su tiempo”, sacadas de uno de los sermones que se conservan de Don Bosco: Felipe Neri llega a las puertas de Roma, es un estudiante, sin nombre, sin dinero, sin relaciones y quiere “consagrarse al bien de tantas pobres almas, de tantos niños que por falta de instrucción religiosa van por el camino de la perdición”. Los santos siempre han sido grandes aventureros. A pesar de que medien tres siglos entre ambos, Don Bosco se siente muy cercano a él, cuando al llegar a Turín en 1841, sin medios, y empieza a trabajar con sus “bericchini” fundando el Oratorio Festivo y “La casa de la Alegría”

En la presentación que se hace de Newman en “Carta al Duque de Norfolk”, sobre San Felipe Neri se lee:

“La figura de Felipe Neri (1515- 1595) había interesado a Newman desde antes de su conversión. Le gustaba su piedad sencilla, el encendido amor a Dios y a los demás que marcó su vida y su estilo directo de apostolado, que se extendía a todas las clases sociales. “Felipe era todo para todos. Se adaptaba a nobles y plebeyos, jóvenes y viejos, siervos y prelados, cultos e ignorantes y recibía a los desconocidos con particular benignidad…Como resultado de ésta disponibilidad para recibir a todos, muchos iban a verle diariamente y algunos continuaron visitándolo por espacio de 30 o 40 años, mañana y tarde, hasta el punto de que su cuarto acabó siendo conocido con el nombre Casa de la Alegría cristiana. Miembros de las primeras familias de Roma eran amigos y penitentes suyos. El Papa Pío IV
murió en sus brazos. Abogados, pintores , músicos, médicos le veneraban”.
Pero hubo otro rasgo de Felipe Neri que llamó profundamente la atención de Newman, porque reconoció allí convicciones y comportamientos que él mismo había formado y practicado en sus años anglicanos. Era una visión positiva del mundo y de sus posibilidades para abrirse al Evangelio. Felipe se “dio cuenta de que el mal había de ser vencido no con discusiones, ni con ciencia, ni con protestas o advertencias, ni tampoco por el religioso retirado del mundo, sino por medio de la gran fascinación contraria que surge de la pureza de alma y de la Verdad.

Además de “postear” esto,lo imprimiré y se lo haré llegar a Virginia Felipa.