13 septiembre, 2010

Tú, sin nacer morirás

Tendríamos 14 años, cuando Elena interpretó al Padre Eterno en el “Gran Teatro del Mundo”, bajo la sabia y enérgica dirección de la Madre Digna. Dios Creador, distribuía los papeles, a sus recién creadas criaturas: el rey, el labrador, el pobre, la belleza…y hasta a aquél que, concebido, no iba a ver la luz del sol. Quizá para que su madre fuera más sabia: perder un hijo duele, y duele mucho, y el dolor, aceptado con humildad, purifica. Así pues, Elena y Rosa Mª, que hacía de niño no nato, con la voz firme y serena propia del caso, recitaban : “ - Tu, sin nacer morirás. / - Poco estudio el papel tiene. / -Así mi ciencia previene ,/ que represente el que viva. Justicia distributiva Soy, y se lo que os conviene.” Elena, una chica inteligente y juiciosa, era la primera de la clase y era muy justo, por tanto, que hiciera el papel más importante. Rosa Mª, que era muy bajita, hizo de niño. Luego se metió monja Teresiana y llevó ese espíritu a Colombia. Al poco de llegar le dijeron: “Mira, nos han regalado esa montaña. Tienes que hacer ahí un Colegio.” Y lo hizo.
Mi generación, que tenía claras las nociones fundamentales para manejarse con honradez en la vida – luego estaba el que quisiera hacerlo – ha visto la vergüenza del aborto legalmente permitido. Tema al que hay que volver una y otra vez con el fin de que no nos acostumbremos a destruirnos unos a otros. Solo Dios, que es dueño de la vida del hombre. ¿Cómo podría ser de otra manera?. Los que nos sigan deben oírlo muchas veces. Y así quizá ellos tengan la valentía de, sin cárceles, dar marcha atrás a una ley que lejos de ser un progreso es una regresión.