15 septiembre, 2010

El trigo y la cizaña

Oí con gusto hablar a Don Juan Fernando, en su predicación del trigo y la cizaña. La cizaña y el trigo crecen juntos, al principio no se distinguen pero ya crecidos se diferencian claramente. El dueño del campo, cuando los labradores tratan de arrancar la cizaña se lo impide: “dejadlos crecer juntos hasta el tiempo de la siega, entonces yo diré a mis segadores: coger el trigo y guardadlo en mis graneros, arrancad la cizaña y echadla al fuego”. No es para echarlo a broma, porque son palabras de Jesucristo. La cizaña crece y crece alta junto al trigo y Dios la deja crecer, con una paciencia de Dios. Él espera – en el caso de los hombres es posible – que la cizaña se convierta en trigo. Muchas veces lo hemos visto.

Pero si no se convierte en trigo, al final Dios la separará radicalmente de éste. Así son las cosas. A nosotros nos toca ayudar a convertir el trigo en cizaña: cariño, oración, sacrificio…Esa es una misión que el Señor nos encarga porque es Padre de muchos hijos y quiere que estos se quieran y se ayuden. Pensaba – ya se ve que en lo que va escrito hay palabras de D. Juan Fernando y mías – que cara a la vida eterna no hay ni parados ni crisis. Hay mucho que hacer. Todos, no solo Benedicto XVI estamos llamados a trabajar en la viña del Señor.

También, claro está cada uno de nosotros es trigo y cizaña y ahí, en el propio campo, si que hay que arrancar valientemente la cizaña. Es la guerra con mis entrañas de la que hablaba Machado. Total: que aunque uno esté jubilado, el que se aburre es porque quiere. El Señor, en su misericordia y sin necesitarlo, solo porque nos quiere nos ha dado trabajo a todos. Y se me ocurre que para llevarlo adelante no hay más narices que ir poor la vida de simpáticos. Hacernos de querer, vamos. Agotador.