11 septiembre, 2010

Casi el hermoso otoño, ahí fuera

He llamado a Charo – la soñadora y realista Charo – haber si hacía plan con ella. Estaba metida en la cocina porque iban todos sus hijos a comer – previsora porque eran las diez de la mañana –, me ha dicho que el lunes que viene se va una semana a Berlín con su hermana, que ha sido catedrática de arte y sabe alemán…

Me acaba de llamar Rosa. Está en Náquera todo el verano: chalet grande heredado de los padres, pinada extensa… olor pinocha recalentada …,el sol filtrándose.. entre los pinos, el aire suave…En fin.

Uno de mis hijos con su mujer, están en Rubielos, en nuestra casa verdaderamente única: algo de bunker…, algo de castillo…algo de iglesia románica… y sobre todo bella y entrañable: se ha disfrutado en ella, se ha sufrido, se ha trabajado. Allí están con el pequeño Álvaro: en nuestro encantador chalet, de cien metros cuadrados construidos en tres niveles, con sus chopos, su pinada, su redona y grande piedra de molino… y un cielo – el cielo de Rubielos – que tiene siempre grandes y luminosas nubes blancas. Mirándolo, resulta fácil pensar en la Transfiguración.

Mi hijo mayor está en Roma.. Se ha ido con gente del Master a visitar la Villa Adriana..

Fe está con su marido y sus hijos en “La Virgen de la Vega”. En la “casa del cu-cú” - reloj de cuco - el conejo que se ha establecido en la parcelaha contigua…Iban a salir a buscar rebollones. Un matrimonio joven, guapos los dos, tres niños pequeños preciosos… el bosque, la cesta, el lecho de hojas secas, los renacuajos…

Y yo estoy aquí, en Valencia. Agradeciendo todas esas cosas que aunque no viva tengo imaginación para disfrutar, y con un par de piernas que me han permitido ir está mañana a ver a Mila que está recién operada y me permitirán seta tarde, Dios mediante, ir a ver a Pilar – mi prima de 38 años – que está con la “pata tiesa” por un esguince. A la vuelta de casa de Mila me he comprado un jazmín precioso para mi terraza que hace tiempo que andaba buscando.