19 junio, 2010

De San Francisco de Sales

Me ha parecido muy bello un fragmento de el “Tratado del Amor de Dios” de San Francisco de Sales (1572- 1622), recogido por Jacques Fhilippe en su libro “En la Escuela del Espíritu Santo”. Ed. Palabra, en el que habla de cómo el Espíritu Santo actuaba en María sin encontrar obstáculo. Dice así:

“Así como crece el alba del día no con diversas interrupciones y sacudidas, sino con una cierta dilación o crecimiento continuo que se verifica de un modo casi insensible, de suerte que realmente se la ve crecer en claridad, mas tan igualmente que no se percibe interrupción alguna, separación o discontinuidad en su aumento, así el divino amor crecía en cada momento en el corazón virginal de nuestra gloriosa Señora, mas por aumentos suaves, apacibles y continuos, sin agitación , ni sacudida, ni violencia alguna.”

“No es necesario, ¡oh Teótimo¡, concebir impetuosidad ni agitación en este celestial amor del corazón maternal de la Virgen, porque el amor por sí mismo es dulce, gracioso, apacible y tranquilo; y si alguna vez produce asaltos o da sacudidas al espíritu es porque encuentra resistencia. Pero cuando las entradas deel alma están abiertas, sin oposición ni contrariedad, hace sus progresos apaciblemente con una suavidad incomparable.(…) Pues así como se ve a los grandes ríos formar remolinos de espumosas y alborotadas aguas y frecuentes rompientes cuando discurren por un cauce áspero y pedregoso, o donde las rocas forman bancos y escolleras que se oponen y dificultan la corriente, y por el contrario al entrar en la llanura corren y se deslizan con suavidad y sin esfuerzo; así el divino amor encontrando en las almas muchas resistencias e impedimentos, como en verdad todas, en mayor o menor grado ofrecen, causa violencias combatiendo las malas inclinaciones, hiriendo el corazón y moviendo la voluntad con diversas agitaciones e impulsos, a fin de hacerse lugar o al menos, salvar y sobrepujar los obstáculos.”

Al leer este último párrafo me vino a la cabeza la hermosa cascada “Los ojos del judío” cerca de “La Maladeta” en el valle de Arán. Doy gracias a Dios por ella.