Libros de unos y de otros
Cogí “El Principito”, de la biblioteca de Juan, para llevarlo en el bolso, como “libro de compañía”. Ya se sabe, los libros buenos y breves, además de ser dos veces buenos, son que ni “pintiparados” para echarles una ojeadilla en cualquier sitio en el que tengamos que esperar, aunque el rato sea corto. Tres líneas que lees, tres líneas que espantan alguna de esas musarañas que acompañan nuestra vida, queramos o no. Bueno pues el caso es que cogí el libro y me encuentro esta dedicatoria:
“He aquí mi secreto. Es muy sencillo: uno no ve bien si no es con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos”. Antoine de Saint-Exupéry.
Y tras un pequeño espacio, otra cita:
“¿Cómo conocerlo sin haber oído de Él? Y ¿Cómo oirán si nadie les predica?".
Rom. 10,14
Y luego:
A Virginia en el día de su confirmación. Sus padrinos
José Luis y Eva.
El libro pues, no era de mi hijo Juan, aunque estuviera en su biblioteca. ¿Se lo prestó su dueña y él no lo devolvió? ¿lo compró en una librería de lance?
¿Leería Virginia a San Pablo después de ver la dedicatoria? ¿Tendrían Jose Luis y Eva la más remota idea de que ese libro iba a llegar a mis manos muchos tiempo después, y que me iba a alegrar de leer esa dedicatoria e incluso de haberla escrito yo misma si hubiese conocido a Virginia? Los libros van y vienen de unos a otros. Y en esas idas y venidas siembran sus semillas. Para bien que sean.
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