27 mayo, 2010

Mal vamos, si no espabilamos

Decía Julián Marías algo más o menos así: que las leyes, cuando son injustas tienen poca importancia si se mantienen rectas las vigencias sociales. Es decir, si la sociedad como tal está sana y no enferma, atontada, neurotizada, dormida.., qué se yo. Esa sociedad sana que muchos desearíamos como contrapeso al estado, y su afán totalitario e invasor, se fundamenta ¿dónde si no? en la familia. Pero todos sabemos que se ha hecho lo posible por destruirla e incluso por inventar sustituciones. Al estado, cuando es doctrinario, le interesa una familia débil, manipulable. Luchar porque la familia sea la unión estable y de por vida de una pareja comprometida en la educación de sus hijos – educación que no acaba nunca porque nadie como los padres deja, para bien o para mal, su impronta en el carácter de una persona – es de lo mejorcito que se puede hacer en la vida. Tarea por supuesto nada fácil porque estamos demasiado acostumbrados a la televisión y al poder disolvente y hedonista de la misma, amén de lo mucho que verla, impide el diálogo familiar tan necesario . Tampoco facilita las cosas el tiránico horario laboral - de quien tiene trabajo – que disfrutamos en España. Prueba reciente de lo que vengo diciendo,la tenemos en que se haya llegado a la monstruosidad de que puedan abortar por ley niñas de dieciséis años sin más límite que la decisión del Médico. Algo increíble si no fuera tristemente real. Mal vamos si no espabilamos.

Carta enviada a "Las Provincias")