Cine en casa con amigas
Ayer, día precipitado a tope, acabé pasándolo bien. A las seis y media de la tarde cuatro mujeres, que no se conocían entre sí, y yo vimos en mi casa “Un hombre para la eternidad”, la película de Zinnnemann sobre Enrique VIII y Santo Tomás Moro. El éxito fue total. No se oía ni respirar. Que cinco mujeres, sin estar en el cine, sean capaces de beberse los diálogos sin chistar ya es bastante expresivo. Salieron encantadas, aunque dos de ellas se fueron antes de terminar la película porque eran cerca de las nueve. y su gente estaba sola en casa. Las otras se quedaron un rato para comentarla y el hambre en mi estómago hacía estragos. En cuanto se fueron, me precipité a la cocina. Además de la buena tarde, una de ellas – la levantina – que vino la primera, me trajo una cajita de “Mon Cheri”. ¿Qué más se puede pedir?. Éramos una vasca, una de Baleares, una de Alicante, una de Palencia y una aragonesa.¡Viva el rumbo¡. Queda inaugurado el cine de mi casa a las 6,15 todos los primero miércoles de mes.
No se comprende como los ingleses tragaron con lo de Enrique VIII y surgió en anglicanismo. Gracias a Dios los obispos anglicanos se están Ila iglesia católica.
Me voy de curso de retiro hasta el domingo.
Ya he vuelto.
No me dio tiempo de “postear” lo que escribí, y lo hago ahora, porque aunque no digo nada de particular, me da pena que se pierda.
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