23 febrero, 2010

En la página 95

Cuando hoy me he despertado a las 6,30 (¡gracias Señor por el sueño desde las 12 de la noche¡) he pensado en los aeropuertos y su trajín de maletas arrastradas, caras medio dormidas y colas frente a los de control de equipaje. Para la ida del viaje a Bolonia cogí un libro que había leído hace años y me cabía en el bolso: “Cartas a Benvenuta” de Reiner M. Rilke. ¡Pobre Benvenuta¡ Lo que tuvo que leerlo ( libros, cartas…)para que su relación – solo epistolar - acabara, cuando a instancias de ella se vieron, en palabras de Rilke, de modo “lamentable”.

El caso es que en este libro, a mi humilde entender un tanto plomo, hay algo que quiero salvar. Son unas palabras de una carta de Benvenuto a Rilke, en la que ésta le cuenta algo de su vida. Son éstas:

“ Una persona me arrebató la fe, una persona que …quería ser mi dios. Una persona que quiso imponer por la fuerza a mi juventud incipiente su amor rígido y dominante a fin de gobernar, no, a fin de sojuzgar. Es una historia dura y amarga que acabó así: en el momento en que mi insensata juventud
creyó que aquel que me arrebató a Dios podía darme todo lo que había perdido a través de su persona, él se apartó y se marchó, llevándose en sus despiadadas manos la victoria de haberme arrebatado a Dios.” ( pág. 95 de
“Cartas de Rilke a Benvenuta”, el espejo de tinta, Grijalbo)

Esto es algo, de lo que ya no me acordaba y que siempre he querido contar a las jóvenes, insensatas o no.