Aprender a perdonar
Sabemos, ojalá sea así, que Cristo estando en la cruz pidió a su Padre el perdón para quienes lo crucificaban: “Padre: perdónalos porque no saben lo que hacen”. Son palabras tremendas y comprometedoras, para un cristiano (un discípulo de Cristo). “Mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor”, dice el salmista. Perdonar, por mucho que cueste, hay que perdonar siempre. Y no solo por nuestra condición de cristianos. No hacerlo revierte en neurosis.
Sobre esto que digo, tengo un largo ensayo ( nueve folios ) de Jutta Burggraf: “Aprender a perdonar” (Diálogos Almudí, 2004) del que daré aquí alguna “cata”. Yo tuve la suerte de oír sobre esto a la propia Jutta, que además de sabia y buena, era una nórdica atractiva. Saqué el ensayo del armario al oír a una amiga que su hijo, ya hombre, no podía perdonar a su padre . que ya está en el otro lado, su manera de tratarle y el que luego dejara a su madre. Ésta la perdonó muy pronto y le dolía el comportamiento del hijo. Así pues, hice una copia del ensayo y se lo dí. Parece que surtió efecto.
Dice así Jutta, en el primer párrafo de su ensayo: “ Todos hemos sufrido alguna vez injusticias y humillaciones; algunos tienen que soportar diariamente torturas, no solo en una cárcel, sino también en un puesto de trabajo o en el entorno familiar. Es, cierto que nada puede hacernos tanto daño como los que debieran amarnos. “ël único dolor que destruye más que el hierro es la injusticia que procede de nuestros familiares:”, dicen los árabes.”
Pienso que los árabes tienen razón. Y pienso también que cuando uno de los dos conyuges, rompe una familia, hace un destrozo comparable – su la porcelana y la loza fueran comparables a los seres humanos – a un elefante entrando en una cacharrería. Y creo que a éstos “insensatos” pueden aplicárseles la palabras de Cristo: “no saben, lo que hacen”.
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