26 febrero, 2010

Triste papel en la historia

Triste papel en la historia hacen quienes, abusando de su poder, legislan contra la ley de Dios. Esta tarde he vuelto a ver con mi nieta la magnífica película de Fred Zinnemann “Un hombre para la eternidad”, sobre la vida de Thomas Moro. El que fue Gran Canciller de Inglaterra, se vio acorralado en su rectitud, hasta perder literalmente la cabeza, por la lascivia un mensaje del qurede un rey y la cobardía del parlamento y del clero. Al final, de la película, una voz en “off” va diciendo como terminaron, no solo Enrique VIII, que murió de sífilis, sino los nobles que cedieron a la presión del rey, algunos de los cuales fueron también condenados a muerte, como Santo Thomas Moro, después de haberse perdido antes a sí mismos. Triste cosa vivir una sola vez y hacer un mal papel en la vida.

Al irse Marta abro el correo y veo un mensaje. Se trata también de políticos que han hecho un triste papel. Aprobar la monstruosa reforma de la ley del aborto. Políticos que frívolamente acaban de manchar sus manos en sangre. Estar a favor de suprimir la pena de muerte ( loable intento) y permitir y favorecer el aborto, es un contrasentido, que cuesta admitir en un ser racional.

Hay un juicio personal, el de la propia conciencia (ineludible, por mucho que se intente si uno no está completamente endurecido). Hay un juicio de la historia ( que alcanza a unos pocos) y hay un juicio de Dios, que nos concierne a todos. De este último nos habla el Papa en la octava estación de su Vía Crucis: “Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén”. Cuando el Señor les dice: “hijas de Jerusalén no lloréis por vosotras sino por vuestros hijos…” el Papa comenta: “… el Señor nos advierte del riesgo que corremos nosotros mismos. Nos muestra la gravedad del pecado y la seriedad del juicio. No obstante todas nuestras palabras de preocupación por el mal y los sufrimientos de los inocentes, ¿no estamos tal vez demasiado inclinados a dar escasa importancia al misterio del mal?”

Y sigue diciendo el Papa: En la imagen de Dios y de Jesús al final de los tiempos, ¡no vemos únicamente el aspecto dulce y amoroso, mientras descuidamos tranquilamente el aspecto del juicio? ¿Cómo podrá Dios – pensamos – hacer de nuestra debilidad un drama? ¡Somos solamente hombres¡ Pero ante los sufrimientos del Hijo vemos toda la gravedad del pecado y como debe ser expiado del todo para poder superarlo. No se puede quitar importancia al mal contemplando la imagen del Señor que sufre. También Él nos dice: “No lloréis por mí; llorad más bien por vosotros …porque si así tratan al leño verde, ¿Qué pasará con el seco?”

Si los señores parlamentarios supiesen esto, muchos niños de piel suave, de hoyitos en la cara y bracitos acogedores, nacerían en España, y luego tendrían la posibilidad de ser eternamente felices en el cielo.