01 diciembre, 2009

Ocurrencias

Pienso que ideas,o recuerdos que a nuestro juicio merecerían reseñarse, son como los espermatozoides, solo unos pocos privilegiados llega a puerto. Dan en la diana de los otros: salen de uno mismo, hacia la imprenta o hacia la red. Y, llegados a su destino germinarán con mayor o menor eficacia. O los iremos p0asando como patrimonio común.

El no poder dar cuenta, de todo lo que nos gustaría, pasado por el filtro de la templanza, no deja de ser algo doloroso. Una prueba más de nuestra finitud. Hay sin embargo consuelo para ello: el saber que en nuestra vida si a trancas y barrancas, la vivimos cara a Dios, todo es útil. Todo florece, sin que sepamos como.

Hay tiempo para lo que hay. Lo importante es no perderlo. Asumir la programación de nuestros deberes y que no programen nuestro esparcimiento. En mi caso, la tele apagada y el buen novelón de turno o la película - preferiblemente de la década de los cincuenta. En cuanto al novelón – Dios me conserve la vista, que clara no está – estoy leyendo la mar de a gusto: “El molino del Floss” (1860), de George Eliot, considerada como la mejor de las suyas.

“Maggie”, la protagonista de “El molino…” es una niña, aunque a lo largo de las 558 páginas tiene tiempo de crecer, apasionada a quien entusiasma leer. Posee el sentimiento dramático de la vida. Lo cual todo sea dicho de paso nada tiene que ver con la falta de alegría. Yo diría que incluso la propicia.

En cuanto a lectura religiosa, estoy leyendo: "Homilías de Benedicto XVI sobre ADviento" textos recogidos por José Pêdro Manglano. Una verdadera joya.