26 noviembre, 2009

El río Pachachaca

Pachachaca significa puente de tierra. Nace ya valiente en un cerro de lagunas del cerro Chucchurana. Tiene fama merecida de “río truchero”. Durante más de 150 kms de su recorrido tiene abundantes truchas. Seguramente por eso la capital se llama Chalhuanca: “el hombre que pesca” o el hombre del pescado”.

Durante muchos años el P. Pepino fue párroco de Chalhuanca y cada semana nos traía al obispado una canasta de truchas, pescada por él mismo.
Había sido buen pescador en Galicia. Al destinarlo a Chalhuanca fue como darle en la yema del gusto. Pescaba él más con su caña y una cucharilla que otros con atarraya.

Una vez el padre Vicente Pazos, consiliario entonces del Opus Dei en Perú, al regresar de un viaje a Roma, le obsequió con una cucharilla francesa. El P. Pepino estaba feliz. Nos decía que con ella pescaba mucho más.

Una tarde fue a pescar con la cucharilla francesa y al poco agarró una trucha grande. La fue acercando con cuidado hacia la orilla. En uno de los saltos la vio, era hermosa, Pero de pronto se rompió el sedal, al enredarse en una roca y la perdió. La trucha y ¡la cucharilla francesa..¡

Por la noche, el disgustó lo desveló. Decidió entonces recuperarla: la trucha había mordido bien tres anzuelos, pues a pesar de los saltos y tirones no se había soltado; por tanto tenía la cucharilla en la boca o más adentro. “Así no ha podido comer por la noche, ni podrá comer mañana. A las veinticuatro horas tendrá un hambre canina. A media tarde voy a pescarla. Estará allí mismo, porque cada trucha está en una poza , que es para ella como su barrio. ¡No puede fallar¡ “ Cerró los ojos, apretó los parpados, rezó una avemaría y cree que antes del amén se quedó dormido.

Al día siguiente, a media tarde, allí estaba el P. Pepino unos pasos más arriba para evitar la piedra. Echó la cucharilla más pequeña y de menos brillante que la célebre francesa. Con el carrete fue recogiendo lentamente el sedal. ¡Nada…¡ Se dijo para sí mismo: “¡más despacio Pepino¡” Y ¡ya, ya¡, pero debe ser otra más pequeña: casi no ofrece resistencia¡ “¡Es la misma”, gritó al sacarla del agua. Bien metidas en la boca estaban las dos cucharillas, y tres cuartos de sedal colgaban de la cabeza del pez. Se alegró tanto que sin pescar más regresó a la casa parroquial con aquella hermosa trucha de poco más de un kilo y.. ¡la cucharilla francesa¡

( de "Abancay, un obispo en los Andes peruanos)