04 octubre, 2009

¿Qué haré yo sin Faustinita?

Como todo acaba en este mundo – nosotros también aunque no lo consideramos que, ¡ otro gallo nos cantaría si lo hiciéramos¡ – se me acabará la lectura del Diario de Santa Faustina, que tanto me ayuda cada mañana, día sí y día no, a poner las cosas en su sitio. El día que no me toca, es porque leo la “Caritas in veritate” de Benedicto XVI. ( sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad)

Esta mañana, tocaba Faustinita. Le dejo el ordenador, no tanto como yo quisiera:

“ Hoy me he sentido peor que de costumbre, pero en este día Jesús me dio más oportunidades para ejercitarme en las virtudes. Y ha sucedido que tenía un trabajo más penoso. La hermana de la cocina me ha reñido por haber llegado tarde al almuerzo, aunque me fue completamente imposible llegar antes. Me sentía tan mal que he tenido que pedir a la Madre Superiora permiso para acostarme. Fui a pedir a la Hermana N. reemplazarme en mi tarea: recibí otra reprimenda: “^¿Y qué hermana, se ha cansado tanto que va a acostarse de nuevo? ¡ vaya con este acostarse¡” No ha sido todo, he tenido que ir a la hermana que atiende a los enfermos que me traiga la comida. Cuando se lo he dicho ha salido detrás de mí de la capilla al pasillo para poder decirme lo que sentía: “¿por qué va a acostarse hermana? etc…” Escribo brevemente estas cosas para que no se comporten así con otra alma porque eso no agrada al Señor. En un alma que sufre debemos ver a Jesús crucificado y no a un parásito y una carga para la Comunidad. Un alma doliente, sumisa a la voluntad de Dios atrae más bendiciones divinas al convento que todas las almas que trabajan. Pobre de la casa donde no hay hermanas enfermas.”

Pues eso.