23 septiembre, 2009

El teléfono

En la orla humorística, del “paso del ecuador” de tercero de carrera, al “decanito” el hijo de D. Paco Bosch ( el Decano), le dibujaron el cuerpo ( la cara era una foto recortada) vestido con una chaqueta, que parecía abrigo de tanto como sus compañeros “le tiraban de la chaqueta”, a Sepúlveda, hombre de anchas espaldas y buena estatura, lo vistieron de vaquero con dos pistolas y un letrero que decía “el siete machos” Y a Maribel y a mi, dos mujeres espigadas una morena y una rubia, que aunque no éramos del pueblo de Madrid, teníamos allí al novio ( estudiando en una “Escuela Especial”, así se llamaba a las Ingenierías y a la Arquitectura) nos dibujaron colgadas de un gran teléfono negro, porque nuestros novios respectivos nos llamaban todos los domingos (no solo por santificar la fiesta, sino porque era más barato).

Me he acordado de esto, por otro recuerdo conectado a él:

No tenía seis años, cuando mi madre y yo fuimos a la telefónica por un aviso de conferencia. Mi padre había ascendido a Comandante y la llamaba desde Madrid para consultarle el destino que elegiría. ( Había que pedir conferencia y a veces había hora y media de demora, pero ya se ve que en cuanto a matrimionio…). Por la seriedad de mi madre (estaba con ella dentro de la cabina) comprendí que aquella era una decisión importante. “¿Puedo elegir entre Valladolid y Valencia. ¿Qué prefieres?”. Mi madre eligió Valencia: el sol, el mar, el clima…

Con ese golpe de teléfono mi madre, no solo decidió mi futuro y el de mi hermana sino el de una larga saga de personas, de momento ocho nietos y quince biznietos…

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