El Cristo de Santo Tomás
Su marido había muerto en julio y la vi en agosto en un hotel de montaña. Le di el pésame. Como conocía la historia de su matrimonio, ejemplar y fecundo, añadí a éste, una felicitación: “ M. C. enhorabuena porque has cubierto aguas. Ha sido un padre estupendo”. Contestó con viveza: “¡Y un marido¡” y añadió – “ Antes de ser novios, cuando ya lo conocía bastante, me dijo ante el Cristo de Santo Tomás:¡te quiero con toda mi alma¡”. Al oírlo, lo encontré precioso, recordé versos de Zorrilla de: “A buen juez, mejor testigo y me dije que lo contaría. Pensé que aquella vibrante declaración de su juventud, la había avalado con su vida: un amor generoso: seis hijas - todas casadas – ,pero sobre todo con su fidelidad.
La escuchaba con gusto y ella continuó hablándome de él: “llevó el cáncer muy bien, sin quejarse nunca”. Recordé que lo habíamos visto todos el verano anterior, en que ya estaba mal, repartír a diario la comunión en misa de ocho. Emocionaba verlo. ¿ Pueden entender los jóvenes hoy que para resistir una larga vida matrimonial, hay que querer con toda el alma y hay que buscar el apoyo de Dios? Hoy se da poco el diálogo entre generaciones, así pues cabe la pregunta ¿ tienen éstos oportunidad de oír que es el alma – que no envejece- y no el cuerpo, lo que realmente importa cuando se quiere fundar una familia?. Ayer fui a ver el Cristo de la Igleia de Santo Tomás y San Felipe Neri, en la Plaza de los Patos. Está entrando a la derecha. Es un Cristo precioso.
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